EL MUNDO – 02/05/15
· El presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha explicado a su entorno inmediato que tiene pensado dejar la política si no logra un amplio respaldo electoral en las próximas elecciones autonómicas, previstas para el próximo 27 de septiembre.
Mas considera que el riesgo que ha asumido enfrentándose al Estado es demasiado duro para defenderlo en solitario, y que un presidente no puede afrontar una aventura tan extraordinaria como la independencia de Cataluña con 35 diputados, aunque haya ganado las elecciones.
El president se siente profundamente decepcionado con ERC, y cree que Oriol Junqueras tiene más interés en sustituirle que en lograr que el proceso soberanista llegue a buen puerto. Además, considera que si los republicanos no son capaces de entender ahora la importancia de que las fuerzas independentistas acudan unidas al gran desafío que supone romper un estado como España, difícilmente puede confiar en su compromiso y su firmeza para cuando lleguen las enormes y peligrosas dificultades.
Mas ya sufrió en 2003 y en 2006, con los dos tripartitos, que ERC priorizara su tacticismo y su recelo contra los convergentes. Estos dos años y medio de acuerdo estable parece que es todo lo que ha podido dar de sí la hipocresía de los dos partidos que más intensamente se han odiado de la política catalana. Mas está convencido de que Esquerra quiere jugársela otra vez para suplantarle a él y a Convergència. Esquerra considera que es otro farol de Mas para aferrarse al poder y tener a sus principales opositores controlados y disueltos en el marco, como mínimo equívoco, y seguro que manipulable, de la lista única. Los republicanos no dan credibilidad a las supuestas intenciones de Mas y creen que no desaprovechará la menor oportunidad para mantenerse en el cargo.
Mas, para reforzar la sinceridad de su planteamiento, ha explicado a sus colaboradores más cercanos y a algunos de sus periodistas de confianza que está dispuesto a hacer los sacrificios que sean necesarios para conseguir la independencia de Cataluña, y que está preparado para ir incluso a la cárcel, pero que lo que no quiere es suicidarse, y encima gratis, que es lo que considera que, en la práctica, haría si empezara una guerra con las fuerzas mermadas –las encuestas le dan 35 diputados sobre los 50 que tiene ahora, estando la mayoría absoluta en 68– y con unos socios a los que no sólo no puede considerar fiables sino que tiene el convencimiento de que son los primeros interesados en su caída para alcanzar ellos el poder.
Esquerra, por su parte, considera que CiU les intenta chantajear «buscando bronca con nosotros para hacernos quedar mal y forzarnos a desaparecer en la lista unitaria».
Los republicanos creen que «Mas continúa con el mismo esquema de 2012, cuando vivió como un fracaso no conseguir la mayoría absoluta que esperaba. Para él sólo cuentan sus diputados, no los diputados independentistas. Mas no quiere un frente independentista, quiere una fila india con Junqueras tras él tocando la trompeta. Mas vive el pluralismo como un estorbo, y preferiría que la lista unitaria encabezada por él obtuviera 60 diputados –que es lo que las encuestas vaticinan– que no que Esquerra y Convergència obtuvieran, por separado, 35 escaños cada una, que es lo que también los sondeos pronostican que acabaría pasando».
Mas entiende que las próximas elecciones autonómicas, para que puedan ser consideradas plebiscitarias, y para que la comunidad internacional así pueda interpretarlas, tienen que tender al frentismo, y que si un gran partido del «sí a la independencia» obtuviera una mayoría considerable, podría pensarse que el independentismo habría ganado el referendo secesionista que siempre le ha prohibido el Estado.
Por el mismo motivo, el líder de los convergentes asume que un presidente que se presenta a las elecciones con el proyecto de la independencia y obtiene sólo 35 diputados sobre los 135 posibles, por mucho que haya ganado las elecciones, no podrá de ninguna manera reclamar el apoyo internacional que Cataluña necesita para culminar su separación de España.
EL MUNDO – 02/05/15