EL MUNDO 26/09/13
· Se compromete a anunciar antes de fin de año la pregunta y la fecha de la consulta que convocará en todo caso en 2014: «No hay marcha atrás posible»
Si alguien esperaba un paso atrás de Artur Mas estaba equivocado. El presidente de la Generalitat utilizó su discurso en el Debate de Política General, el que abre el curso en el Parlament, para mantener sus posiciones y enviar un mensaje tanto a Mariano Rajoy como a quienes en Cataluña dudan de su proyecto: habrá consulta soberanista en 2014, y antes de que acabe este año se conocerá la fecha y la pregunta concreta. «No hay marcha atrás posible», sostuvo frente a quienes aún piensan en una solución que evite un referéndum puro.
En una intervención de casi dos horas, Mas advirtió también al presidente del Gobierno que la condición para que continúe el diálogo que ambos han emprendido es que acepte la celebración de ese referéndum. «Si no se acepta este principio, ¿qué se puede negociar?», se preguntó.
A juzgar por su intervención de ayer, Mas no tiene intención de frenar la velocidad de lo que denomina «proceso político para el ejercicio del derecho a decidir». Y, si el Gobierno central mantiene también su criterio –que debe respetarse la legalidad, y que la consulta que propone Mas es ilegal–, todo indica que el choque institucional es inminente.
Frente a la «tercera vía» que hace unos días propuso el número dos de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, y después de soportar las protestas a las puertas del Parlament de decenas de sindicalistas enojados con sus recortes, Mas se abrazó de nuevo a las tesis de ERC, que le da mayoría parlamentaria. Desde el prisma de ese pacto, hizo un relato de los acontecimientos de los últimos años –la reforma del Estatut, su aprobación en referéndum, la sentencia del TC que recortó el texto y las posteriores manifestaciones multitudinarias– y se preguntó: «¿Alguien realmente puede sorprenderse de que hayamos llegado hasta aquí?».
Así, dio por agotada la etapa histórica, de «más de 100 años», en la que el catalanismo buscaba el «encaje» de la comunidad dentro de España, y añadió: «A riesgo de equivocarme, les traslado mi percepción: Cataluña siente afecto por España, la quiere; pero ya no confía en el Estado español».
Según el relato de Mas, para ser «protagonista de su destino», Cataluña le ha encargado que pacte con el Gobierno la celebración de una consulta de autodeterminación. El president recordó ayer que sus asesores han detectado «hasta cinco vías legales» para convocarla –aunque todas ellos dependen en última instancia de Madrid–, y quiso transmitir que «aprovechará cualquier rendija» para «dialogar» con Rajoy.
Pero, a renglón seguido, dejó claro que tiene muy pocas esperanzas puestas en esa negociación. «Hay una pregunta clave que hoy no tiene respuesta: ¿Acepta el Estado español una consulta en Cataluña?», planteó. Como él ya sabe que, al menos de momento, la respuesta es no, advirtió que en ese caso está «dispuesto a utilizar como president todos los instrumentos democráticos y legales al alcance, incluida la convocatoria de elecciones», para que los ciudadanos se pronuncien.
Posteriormente, aclaró que esas elecciones plebiscitarias, que son la próxima parada que se le intuye al desafío de Mas, visto lo lejos que están sus planteamientos y los del Gobierno, son «el último recurso». En su día dijo que su voluntad sería convocarlas en 2016, para ganar tiempo a la crisis y para intentar que CiU se recuperase en las encuestas, pero Esquerra tiene en su mano la mayoría de Mas y puede precipitar los comicios el año que viene.
De hecho, el presidente catalán ya no fue tan tajante como en días anteriores con respecto a su voluntad de terminar la legislatura: «Como saben, la legislatura acaba en 2016 si no decido convocar elecciones anticipadas, como hice en el anterior mandato». Él continúa seguro de que la mayoría de catalanes está de su lado, y de que «las minorías no pueden obstaculizar el camino que las mayorías han decidido emprender».
Otra señal que apunta a que el presidente catalán no tenía intención de corregir ayer el rumbo de su plan es que, por primera vez en mucho tiempo, pronunció la palabra «independencia». Al principio de su discurso había tratado de atraer al PSC hablando del 80% de diputados que «tiene claro que no se puede mantener el statu quo actual», pero luego recordó la cadena humana de la última Diada diciendo: «Hace 15 días, una gran parte del pueblo catalán entrelazó sus manos para reclamar la independencia de Cataluña».
Mas hizo aún una última alusión a uno de los aspectos del conflicto: la probable salida de Cataluña de la UE si se independiza. Para que «nadie se confunda sobre la dirección» de sus pasos, citó al poeta Salvador Espriu y su poema Me han pedido que hable de mi Europa, que incluye versos que describen la esperanza de que el territorio se integre «en una unidad superior» continental.
No puede decirse, sin embargo, que Mas olvidara los asuntos ajenos a la consulta. De hecho, les dedicó tres cuartas partes de su tiempo, aunque se limitó a enumerar las cosas que, en su opinión, van bien –llegó a tal detalle que celebró la puesta en marcha de una tarjeta de transporte y la disminución de prostitutas en la carretera– y las que van mal. En cuanto a estas últimas, de casi todas responsabilizó al Gobierno central.
También lo hizo con la paga extra de los funcionarios catalanes del año que viene: Mas dijo que la cobrarán siempre que el Gobierno «compense» a Cataluña por haberse apropiado del impuesto sobre entidades bancarias que había creado la Generalitat.
Fuera de la Cámara, sin embargo, las entidades más importantes de la sociedad civil siguen sin ver claro el todo o nada de Mas. La principal patronal catalana, Fomento del Trabajo, declinó ayer sumarse al Pacto Nacional por el Derecho a Decidir pese a las presiones que el Ejecutivo de CiU ejerce sobre sus miembros, porque lo considera «una plataforma de acción política». A cambio, la entidad sí suscribirá un texto, el del ex presidente del Parlament Joan Rigo, mucho más suave, en el que ni siquiera se nombra la consulta.