El último boletín del Tesoro Público asegura que el tipo de interés medio que pagamos por la deuda que acumulamos se sitúa en el 1,5%, lo cual es el reflejo de la laxitud sin límites de la política monetaria implantada por el Banco Central Europeo. Pero, poco a poco, las tornas se están dando la vuelta. La presidenta de la AIReF dijo ayer que si el bono español se mantiene en el 3%, el aumento de los intereses hasta 2025 sería de 12.000 millones. El cálculo es aterrador, además de optimista. Es optimista porque la inflación mete una presión tremenda sobre la política monetaria y acrecienta la necesidad de responder a ella con tipos superiores. Y la inflación no va a cejar en muchos meses, por más que los gobiernos se empeñen en restarle virulencia. Y es aterrador porque no tenemos los presupuestos con la suficiente agilidad para enfrentarse a un coste tan tremendo que, además, se ‘volatiliza’; es decir no sirve para absorber gasto social. Es un dinero que pagamos y se evapora por los intrincados vericuetos de los mercados financieros.
Lo de la inflación es terrible. No se pregunte cuándo van a bajar los precios, pregúntese qué es lo que tiene que suceder para que bajen y ya verá cómo se le enfrían los ánimos. ¿Cuándo se terminará la guerra de Ucrania? ¿Cuánto tiempo pasará después hasta que se normalicen los suministros, cuánto hasta que descienda su precio? ¿Qué debe pasar para que las alzas de todos los productos no energéticos que padecemos bajen y su nivel se normalice? ¿Asumirán las empresas toda la pérdida de márgenes sufrida? ¿Estarán dispuestos los sindicatos a dejarse jirones de capacidad de compra en las negociaciones salariales?
No sé si acertará ela AIReF en sus cálculos pesimistas, pero es seguro que necesitaremos seguir emitiendo deuda. Para dos cosas. Para financiar la nueva que asumiremos, obligados por los nuevos déficits en los que incurriremos; y para reponer la deuda que vence y que no tenemos la mínima capacidad de devolver. No es poca cantidad. El mismo boletín del Tesoro asegura que el plazo medio de la deuda en vigor se sitúa ligeramente por encima de los ocho años -un plazo mucho más largo que el de que hace unos años-. Pero, aún y así, divida 1,45 billones entre esos ocho y obtendrá la cifra que debemos devolver y tendremos que refinanciar al no poder hacerlo. ¡Ah, que no vamos a devolver nada de eso! Ya, pues dígalo bajito, no vaya a ser que se enteren quienes nos prestan y cambien de opinión.