Jesús Cacho-Vozpópuli

Hace escasas fechas, el señor Pablo Iglesias dedicó una de sus descarnadas caricias a este medio, al que calificó de «ultraderecha» en el curso de una entrevista en RAC1, la emisora del Grupo Godó en la que Jaume Roures, el millonario comunista dueño de Mediapro, le ha colocado como tertuliano además de haberle puesto piso en Barcelona. Justo es reconocer que el exvicepresidente tiene motivos de sobra para estar de Vozpópuli hasta la coronilla, porque este medio, gracias al buen trabajo de sus redactores, con Luca Costantini a la cabeza, se ha distinguido a la hora de desenmascarar el tinglado político montado por él y su pareja para engañar a incautos. Nunca nos han interesado los devaneos sentimentales del personaje, más allá de hacernos eco marginal de los comentarios vertidos en todo tipo de medios sobre el trasiego de casas y señoras al que tan acostumbrado parece el sujeto. Dicho lo cual, el calificativo de «ultraderecha», más que ofendernos, nos divirtió. Que un tipo que ha usado la política como ascensor de promoción personal, pasando en nombre de la revolución de los pobres de vivir en un modesto piso en Vallecas a una confortable casa con jardín y piscina en Galapagar, intente menoscabar la trayectoria de un medio como este, solo puede producir regocijo. Usted no tiene ninguna credibilidad. Podrá seguir viviendo, y muy bien, engañando a quienes antaño le votaban (en número decreciente en cada sucesiva elección, cierto) y a quienes, frente a toda evidencia, seguramente seguirán tragándose su averiada macedonia ideológica, pero para la España culta y urbana que trabaja usted no pasa de ser un simple impostor más. Un caradura. Un jeta dispuesto a seguir viviendo del cuento.

Iglesias podrá seguir viviendo, y muy bien, engañando a quienes antaño le votaban, pero para la España culta y urbana no pasa de ser un simple impostor más. Un caradura. Un jeta dispuesto a seguir viviendo del cuento

Total que, muy a pesar suyo, Iglesias nos hizo un favor a tenor de las reacciones de solidaridad y muestras de simpatía recibidas. Ha sido el reconocimiento de que caminamos en la buena dirección y de que Vozpópuli es ya una marca plenamente consolidada. Un miembro de la elite periodística. Por eso, cuando estamos a punto de cumplir el décimo aniversario de nuestra botadura como medio (cosa que se producirá el 11 de octubre próximo), me parece pertinente reseñar brevemente las bases «ideológicas» de un proyecto periodístico «liberal de progreso» como es Vozpópuli, cuyo motto corporativo ensalza ‘El valor de ser libres y fiables’.

Libres, porque no tenemos ningún compromiso ni atadura con confesiones religiosas o con partidos políticos, ni a derecha ni a izquierda; tampoco ninguna servidumbre con grupos de presión económicos y/o financieros. Y fiables, porque nuestro norte apunta a la práctica del viejo periodismo, el periodismo de siempre, ese que consiste en salir a la calle a buscar noticias, contrastarlas adecuadamente y, si hay evidencia de verdad, publicarlas afrontando las consecuencias. Nos guía la búsqueda de la excelencia, la aspiración al periodismo de calidad, con rechazo frontal al periodismo de trinchera tan habitual hoy en gran parte de los medios de izquierda. Intentamos recuperar la figura del periodista a secas, frente a la del militante y/o activista. Y frente a no pocos medios de «derechas», aquí no hacemos amarillismo ni vamos con la recortada visitando los despachos del Ibex. No hacemos trajes a la medida de nadie, convencidos como estamos de que la misión de un medio no es la de derribar presidentes del Gobierno (eso lo harán los ciudadanos con su voto en las urnas) ni la de mover la silla a los grandes capos empresariales (eso lo harán sus accionistas en junta general) cuando te han retirado la publicidad. Los periodistas de Vozpópuli tienen los pies en la trinchera de la información y solo en ella, no en la de las relaciones públicas o el asesoramiento a empresas y bancos. Libres, fiables y honrados. También austeros. Nuestra cuenta de resultados está en números negros y nadie en Madrid y alrededores puede sacarnos los colores con algunas de las historias que hoy componen el paisaje de este maltratado oficio.

Nos guía la aspiración al periodismo de calidad, con rechazo frontal al periodismo de trinchera tan habitual hoy en gran parte de los medios de izquierda. Y frente a no pocos medios de «derechas», aquí no hacemos amarillismo ni vamos con la recortada visitando los despachos del Ibex

Puede, por eso, que haya otros medios tan libres e independientes como Vozpópuli, y de hecho los hay, pero es imposible que lo sean más que nosotros. Por eso suelo recordar a los redactores de VP que no podemos echar a nadie la culpa de nuestros errores. Sin urgencias de accionistas que valgan, sin presiones de ningún tipo, sin cuentas que pendientes que pagar, solo a nosotros cabe achacar nuestros fracasos. A nadie podemos imputar nuestras equivocaciones. Y a fe que nos equivocamos con frecuencia. Los que llevamos de año han sido meses duros para este proyecto, que han puesto a prueba nuestra capacidad de resistencia, a cuenta sobre todo de las dificultades surgidas tras la decisión de migrar el CMS. Sabemos que hemos abusado de la paciencia de nuestros lectores, a quienes, por ejemplo, hemos privado de la posibilidad de realizar comentarios a nuestras noticias, una forma de participación siempre de gran éxito en este medio que nos siguen reclamando y que esperamos satisfacer en unos días y a plena satisfacción de los usuarios.

Otras dificultades provienen del entorno general, básicamente político, en que se mueve el periodismo. Es un secreto a voces decir que este oficio, tan viejo como el del pianista en club de alterne, atraviesa uno de los periodos más oscuros de su larga historia. Más degradados. Menos creíbles. En gran parte motivado por la ausencia de editores vocacionales, centrados en la pura y dura información y no en los negocios colaterales, que ha padecido este país, y en mayor parte aún por la situación de quiebra técnica por la que atraviesan la mayor parte de los grupos periodísticos, sean del tamaño que sean. Ello provoca la caída en picado sobre el sector, cual aves de rapiña, de partidos políticos, grupos de presión económico/financieros, y buscavidas y aventureros varios. Ahora se anuncia la aparición de un nuevo medio de izquierdas, en papel e internet, botado por un grupo editorial que atraviesa por serias dificultades financieras en su día a día. ¿Quién va a pagar esa aventura? No lo sabemos, pero lo podemos imaginar con escaso margen de error. También la de un diario en internet de un grupo confesional, está en su derecho, que viene a añadir nuevos aspirantes a un sector superpoblado. Demasiados camellos para tan poco oasis.

Vozpópuli está llamado a convertirse en el inmediato futuro en uno de los grandes protagonistas del panorama informativo español. Ese es el objetivo para esta segunda década de vida que ahora iniciamos

Esta superpoblación favorece el «entrismo» de los partidos políticos en área tan sensible para la calidad de una democracia como es la información libre e independiente. Si hemos de medir la salud de una democracia por la de sus medios de comunicación, la conclusión a la que debemos llegar en España no puede ser más desoladora. Ni el poder político ni el económico quieren una prensa libre, sino sometida, rendida a sus pies. El espectáculo de los grupos de comunicación con el Gobierno Sánchez así lo acredita diariamente: todos esperando como agua de mayo sacar tajada del maná de los fondos de la UE que el pequeño sátrapa que nos gobierna se dispone a repartir con total liberalidad desde Moncloa. En este marco, hablar de la obligación que tienen partidos políticos e instituciones de favorecer las condiciones que hagan posible la existencia de una prensa libre y financieramente sana, capaz de cumplir con el patriótico deber de crítica y fiscalización de aquellos poderes, es hacer un brindis al sol o, peor, un ejercicio de puro cinismo. Ese cinismo descarado con el que Iglesias arremete contra medios de distinto pelaje reclamando independencia, un tipo que ha sido capaz de sacar a la luz un panfleto («La última hora», se llama) dedicado a embestir contra sus enemigos políticos y a sembrar ese odio del que tan divinamente vive.

No hace falta decir que en este entorno de angustias financieras y frentismo político en el que vive, a menudo gustosamente, la prensa española, un medio como Vozpópuli es más necesario que nunca. No nos hacemos trampas en el solitario. Aquí no se trata de ver quien mea más lejos, algo muy habitual en un mundo de egos desmedidos como el periodismo. Sabemos que somos todavía modestos. Una imagen de marca consolidada y de prestigio, que «solo» hace periodismo, pero aun modesta. Nuestra vocación, sin embargo, es llegar a lo más alto. Competir a cara de perro con los mejores. Sin ataduras ni condicionantes. Tras las recientes dificultades pasadas («lo que no me mata, me hace más fuerte» que dijo el filósofo), hemos incorporado mucho talento a la plantilla, talento que nos ayudará a protagonizar nuestro gran salto adelante, porque, libres de compromisos, Vozpópuli está llamado a convertirse en el inmediato futuro en uno de los grandes protagonistas del panorama informativo español. Ese es el objetivo para esta segunda década de vida que ahora iniciamos. En el convencimiento de formar parte de una gran nación y con la vista puesta en servir de soporte a la España liberal (la libertad por bandera), dispuestos a desafiar sin complejos los dogmas de la ideología de lo políticamente correcto. También listos para contribuir a la consolidación de esa sociedad abierta responsable de la súbita riqueza de un país tradicionalmente pobre de solemnidad, y hacer piña en torno a la España constitucional, vale decir la España de ciudadanos libres e iguales.