IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Cuando te enfrentas a un problema complejo resulta conveniente afrontarlo con calma y reflexión, y si el problema es de carácter público es muy aconsejable encararlo con frialdad técnica, sin dejarse apabullar demasiado por la urgencias políticas y las conveniencias electorales. El colectivo de los pensionistas constituye un formidable grupo de presión de casi 10 millones de personas al que ningún gobierno osa incordiar y al que todos tratan de contentar. La situación financiera del sistema muestra un desequilibrio profundo y permanente entre los ingresos y los gastos. Aún así, lo primero que hizo el Gobierno cuando abordó su necesaria reforma fue vincular su evolución a la del IPC, que constituía una exigencia tradicional del colectivo y, también, un agravamiento de su problema de sostenibilidad. Un Gobierno tan progresista y tan preocupado por el bienestar social no resistió la tentación de dispensar contento. Luego, la mala suerte de una coyuntura adversa hizo que la promesa coincidiera con el año de inflación más elevada de las últimas décadas. Nada, impasible el ademán, seguimos adelante.

Otra de las aspiraciones del Gobierno consistía en alargar la duración de la vida laboral y retrasar la edad de jubilación, que es una medida de gran impacto en las cuentas pues supone más años de cotización y menos de cobro. Para ello desincentivó y/o penalizó las prejubilaciones. Pero, y aquí viene lo de la falta de cuidado en el análisis, la subida de las pensiones es tan elevada, del 8,5%, que para determinados grupos de trabajadores puede convertirse en un incentivo a jubilarse antes, dado que el impacto reductor de la pensión queda minorado o incluso invertido por el efecto de la mayor pensión a cobrar.

En estos temas cada caso particular es un mundo, pues los resultados dependen del número de años cotizados, de las cotizaciones pagadas y del periodo que resta para adquirir el derecho a la pensión máxima que a cada uno pueda corresponderle. Las empresas especializadas en estos temas reciben estos días un aluvión de consultas. A muchos les saldrá a cuenta adelantar la jubilación, pues podrán compensar la merma implícita con el incremento del dinero a recibir. No olvide que todas las pensiones van a subir un 8,5% en 2023, pero serán muy pocos los sueldos y salarios que alcancen ese porcentaje. Más bien serán poquísimos. Veremos cómo cierra el año, pero sería una grave disfunción que resultase de ello un incremento de las prejubilaciones.