EL MUNDO 27/05/14
· Rajoy dice que «entiende» su desgaste y aboga por las «grandes fuerzas moderadas»
Podemos es un problema para la izquierda y una oportunidad para la derecha. Perdón, para el centro-derecha. No se trata de ningún axioma político, pero sí de una de las impresiones recogidas en la cúpula del PP, que ayer, pasados dos días de las elecciones, daba brillo a su amarga victoria y dulcificaba hasta el extremo su pérdida de 2,6 millones de votos. Tanto como para declarar, por boca del portavoz en el Congreso, Alfonso Alonso: «Muchos votantes del PP no fueron a las urnas, pero no pensamos que los hayamos perdido».
No por casualidad, el primer mensaje poselectoral que trasladó Alonso es que el resultado «sitúa al PP ante el reto de que España necesita hoy, más que nunca, un partido moderado de centro que le dé estabilidad y seguridad». Y en cuanto fue requerido, aprovechó para arremeter contra la nueva formación de Pablo Iglesias: «Es momento de pasar de la tele al escaño y de la tertulia, a la propuesta». «En las instituciones no funciona la demagogia», añadió, «y el tiempo dirá si consigue ser una opción política seria o flor de un día».
Pocas horas después, desde Bruselas, el propio Mariano Rajoy vino a confirmar el argumentario, al tiempo que echaba una mano al PSOE: los países con «más estabilidad, progreso y bienestar son los que tienen grandes fuerzas moderadas y centradas», afirmó.
Moderación, pues, frente a la verdadera «novedad» de estas elecciones europeas, vista desde el prisma del PP, o sea, la radicalidad. Ésta es la idea fuerza con la que los populares aspiran a reconquistar a su electorado que, más que «preocupado por la fragmentación de la izquierda» –como oficialmente dice el PP–, la cúpula del partido lo cree asustado ante la irrupción de la nueva izquierda.
La autoafirmación fue el segundo mensaje que dejaron los populares en la resaca electoral. El día en que la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, se sumaba a la llamada de Esperanza Aguirre, la víspera, calificando los resultados de «muy preocupantes» y haciendo una llamada a la «reflexión», el portavoz en el Congreso rechazó de plano la posibilidad de cambios en el partido –«no dijo la presidenta de Madrid si iba a hacer también cambios en su propio partido regional», ironizaban varios dirigentes nacionales–. Alonso incluso se adelantó a sus diputados con la advertencia de que «vengan autocriticados de casa» y sólo dispuestos a «trabajar».
Rajoy, por su parte, también descartó cualquier cambio de Gobierno: «Ha trabajado bien, con intensidad, en una situación complicada», dijo sobre su equipo. Prietas las filas, el PP no dejó resquicio a rectificación política alguna, pese al millonario desgaste del 25-M. Según dejó sentado Alfonso Alonso, en una declaración poselectoral sin precedentes, el objetivo, de cara a la nueva prueba electoral de mayo de 2015, no es otro que «parecernos más a nosotros mismos».
Algo más previsible y políticamente correcto, Rajoy afirmó por su parte: «Entiendo a aquellas personas que en su día nos dieron su confianza y que ahora nos la han retirado». Claro que no reveló cuáles eran las razones que a él se le hacían tan comprensibles.
Pero para las fuentes consultadas en Génova y sus aledaños, la cosa no podía estar más clara: el castigo de los votantes tiene que ver, primero y como en el resto de países, con la crisis, y segundo, con los incumplimientos del programa. Pero es un castigo reversible, porque a diferencia del electorado natural del PSOE, apenas se ha ido a otras fuerzas de su espectro ideológico, sino que se ha quedado en casa. Y así, siempre según las ideas recogidas, la recuperación del votante del PP pasa por dos primeras claves bien sencillas: mejora económica y bajada de impuestos. Además, y al mismo tiempo, los populares prometen ahora –off the record– más política que tecnocracia, más calle que despachos y, sobre todo, más redes sociales y más televisión.
Cuesta reconocer al tecnócrata Rajoy en la última de estas claves. Pero las fuentes aseguran que el líder popular está persuadido de que es en esta segunda parte de la legislatura cuando toca –sin abandonar en absoluto la lucha contra el déficit y las reformas más imprescindibles– acentuar la labor de Gobierno en las áreas hasta ahora sacrificadas a la economía. Así, desde la propia dirección del partido, se apunta que el Gobierno no sólo se aplicará ahora al cumplimiento del programa en lo que atañe a los impuestos, sino que marcará perfil en Cataluña frente al desafío independentista, y aún en el de la lucha contra ETA.
En el asunto catalán, los populares aguardan con inquietud al desenlace del relevo de Alfredo Pérez Rubalcaba en el PSOE, hasta ahora fiel aliado constitucionalista. Pero lo cierto es que no revelan ninguna zozobra. Más bien trasladan la impresión de que el líder socialista sabrá controlar el proceso. Rajoy, que ayer reveló haber telefoneado a su adversario, le deseó lo mejor y le elogió: «Siempre ha intentado acertar».