José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 26/9/12
Como en España no tenemos experiencia histórica reconocible del inicio, que se pretende democrático, de un proceso de secesión de una de sus comunidades, carecemos de referencias aleccionadoras para juzgar con propiedad el discurso queayer pronunció Artur Mas en el Parlamento de Cataluña. Descontado que adelantaría las elecciones, no lo estaba que, en la parte final de su intervención, el presidente de la Generalidad se ofreciese como un nuevo padre de la patria catalana que se retirará de la vida pública una vez el Principado obtenga el objetivo de su autodeterminación mediante el ejercicio del derecho a decidir. Para unos, semejantes palabras y propósitos resultarán ampulosos, innecesarios y partidistas; para otros, sencillamente conformarán la actitud de un político que pretende constituirse en un auténtico hacedor del Estado catalán superando el diletantismo -que a mí no me lo parece, pero sí a otros- del catalanismo político y social en el militaron desde el presidente de la primera República a numerosísimos ministros de la Restauración y de la segunda República.
Por mi parte, me limito a subrayar que Mas y amplios sectores de la sociedad catalana se creen exactamente lo que dicen en este orden de cuestiones y que pretenden hacer, paso por paso, todo lo que están ahora anunciando. En otros términos: el nacionalismo tradicional y el independentismo catalanes están por “jugársela”, según expresión del XXIX presidente de la Generalidad. Y jugársela significa que, a tenor del llamamiento que hizo Mas, CiU va a perseguir una mayoría absoluta el 25 de noviembre próximo depredando tanto cuando pueda a ERC (62 escaños la federación nacionalista y 10 los republicanos independentistas, en una Cámara de 135 miembros), arrinconando tanto a la izquierda que representa el PSC (28 escaños) como a la derecha españolista del PP (18 escaños), reduciendo a los ecosocialistas de ICV (10 escaños) y diluyendo a SI (4 escaños). La apuesta de Mas y de CiU es tan grande frente al electorado de Cataluña como frente a España y el Estado. Incluso diría que, sin ganar el órdago electoral en Cataluña (es decir, la mayoría absoluta que está en 68 escaños), no hay partido, esto es, que sin un gobierno absolutamente hegemónico, todo el proyecto -que sólo sabemos que es segregacionista pero no en qué grado- que esbozó ayer Mas se vendría abajo sin remisión. Porque si CiU debe el 26-N completar su mayoría con ERC, la iniciativa encallará.
Esa es la explicación por la que el presidente de la Generalidad enfatizó que el nacionalismo catalán no es étnico, sino que de carácter cultural y por lo tanto no excluyente. Llegó a afirmar que el “alma” de Cataluña es la “mezcla”, de tal suerte que así estaba haciendo un llamamiento a las bolsas electorales que en segunda y tercera generación tienen su origen otras zonas de España y que, tradicionalmente, alimentan al PSC (los socialistas catalanes han venido ganando las legislativas hasta el pasado 22-N) y, en menor medida, al PP. Es decir, a los ciudadanos de la Cataluña que no registran pulsión identitaria. Lo que Mas pretendió ayer fue depositar la semilla de un gran movimiento, de heterogénea naturaleza,que secunde el programa electoral de CiU en el que se plasmará el fondo, la forma y el calendario del llamado derecho a decidir que Mas equiparó al de autodeterminación.
En el discurso del presidente de la Generalidad hubodos omisiones estratégicas: no hizo reproche alguno a los tripartitos que presidieron Maragall y Montilla, y no reconoció a la Constitución española de 1978 y a los Estatutos de 1979 y de 2006 ni una sola virtualidad en la histórica recuperación de las institucionales, la lengua y la gestión de los asuntos públicos de Cataluña. Y, en cambio, abundó en perfilar al Gobierno central y al Estado español como el responsable último de que Cataluña deba abordar la crucial decisión que se le va proponer, la más importante en sus “últimos trescientos años”. Omisiones, responsabilidades ajenas… ¿y las propias? Una legislatura quebrada en su ecuador, no es precisamente un éxito por más que se reclame una “nueva legitimación” después de una manifestación, la del 11-S, que aunque de gran dimensión, se ha convertido en una hipérbola redentora de todos los errores políticos y de gestión de Mas y su Gobierno.
Por todas estas razones, el discurso de Mas seguramente ha sido muy efectivo en Cataluña (acertó TVE 24 horas en retransmitirlo en directo), en el bien entendido que puso en marcha el mecanismo de una posible secesión a la que le faltan etapas decisivas. Las elecciones van a ser a cara de perro en Cataluña porque son allí tan decisivas como lo son en el conjunto de España, cuyos políticos tienen que construir un discurso que ofrezca alternativa al de Mas, que narre la razón histórica y presente (más allá de la contabilidad) de la unidad de España y su compatibilidad con la identidad catalana, sin descartar -en atención a las proporciones del llamadomalestar catalán- que sea perentoriamente preciso idear fórmulas de encuentro que resulten verosímiles y eficaces para unos y otros. Porque convendría que nadie se engañe: ayer Mas puso en marcha la maquinaria secesionista que puede acabar en fracaso -si los planes de CiU no se cumplen al milímetro- o en un escenario español que se aproximaría a disensos territoriales como son el escocés, el quebequés o el belga.
José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 26/9/12