LIBERTAD DIGITAL 22/02/15
· La deriva radical del «president» fuerza a Unió a convocar un «referéndum» entre sus militantes para decidir si quieren ruptura o «confederalismo».
El presidente de la Generalidad, Artur Mas, es inmune a los gestos de Moncloa y a las más elementales formas de la diplomacia. Tras rechazar en primera instancia la invitación para participar junto a Mariano Rajoy y el primer ministro francés Manuel Valls en la inauguración de la línea de alta tensión que conecta España y Francia, decidió acudir, pero sólo a la comida, que se celebró en el castillo de Peralada, en Gerona. Y lo hizo tras despacharse con unas declaraciones sobre unos supuestos «agresores» que han querido «romper las piernas de lo que significaba la identidad catalana».
Estas fueron las palabras que pronunció en un acto previo a la comida, en la celebración del centenario de las bibliotecas públicas de Cataluña: «Si celebramos el centenario de aquella red de bibliotecas es para hacer entender que estamos donde estamos ahora y somos lo que somos porque ha habido continuidad histórica desde hace mucho tiempo, pese a que algunos se han ocupado de que en ‘nuestra casa’ hubiese toda la discontinuidad histórica posible». «A pesar de estos agresores de muchas épocas que han procurado romper las piernas de lo que significaba la identidad catalana, ha habido continuidad histórica», sentenció.
Durante la comida con Rajoy y Valls, el ambiente fue educado pero frío entre Mas y sus anfitriones. El presidente de la Generalidad es conocido por acompañarse de un séquito dado a provocar numerosos problemas protocolarios y exigir unas condiciones de jefe de Estado para el presidente autonómico. El incumplimiento de sus exigencias impidió, por ejemplo, que Mas participara en la última estancia oficial de los Reyes en Cataluña para celebrar el centenario de las cavas del empresario José Luis Bonet, en San Sadurní. Se excusó por problemas de agenda, aunque no tenía prevista ningún acto público en todo el día.
En esta ocasión, con Rajoy y Valls, hizo lo mismo, pero cambió y anunció su presencia un día antes a pesar de que no había un turno de parlamentos en los que él pudiera participar. No se quiso perder, sin embargo, la fotografía. Y sin que hubieran transcurrido 24 horas, arremetió contra el Estado, el Gobierno y España con una «metáfora» especialmente desafortunada dado el contenido del acto en el que había participado, la conexión eléctrica entre España y Francia, una obra que tanto Rajoy y Valls subrayaron en clave de supresión de fronteras.
Durante la celebración de la convención municipal de Convergència, que marca el inicio de la campaña para las elecciones locales, el líder separatista afirmó que «han saltado los fusibles del circuito Cataluña-Estado». Según la imagen de Mas, «cuando los circuitos van muy cargados, saltan los fusibles como medida de precaución». Esa ha sido la respuesta de Mas al discurso en el que Rajoy afirmó que «lo que hace falta ahora es conectar y no desconectar», en implícita alusión al «plan de infraestructuras» presentado por Mas esta semana para que el gobierno regional se haga cargo de los servicios energéticos y de telecomunicaciones tras las elecciones del 27-S.
El dirigente de Convergencia ha insistido en que «a Cataluña le conviene desconectar» y ha fijado las elecciones municipales de mayo como primera fase de esa desconexión. «Para que salga bien -afirmó- necesitamos tres mayorías: la social, la política y la institucional» e instó a los alcaldes nacionalistas a convertir sus ayuntamientos en «estructuras de Estado».
Duran, en fuera de juego y tocado
La deriva radical de Mas ha dejado en fuera de juego a Duran, el cada vez más debilitado dirigente de Unió, el socio de federación de Convergència. El partido democristiano ha decidido consultar a su militancia si apoya el proceso separatista o el «confederal» que propugna el histórico dirigente de la formación y portavoz nacionalista en Madrid. Los consejeros de Unió en el ejecutivo catalán han abrazo sin complejos el plan separatista de Mas. La vicepresidenta del gobierno autonómica, Joana Ortega, o Ramón Espadaler, consejero de Interior y número dos de Unió, colaboran en el despliegue separatista hasta el punto de que la primera ha sido denunciada por la celebración del 9-N, que estuvo a cargo formal de su departamento, y el segundo prepara a los Mossos d’Esquadra para asumir las competencias antiterroristas tras las próximas elecciones.
Todos los indicios apuntan a que los militantes de Unió apostarán por el plan separatista. Muchos de ellos están en la Assemblea Nacional de Catalana (ANC) y el sector disidente cada vez es más notorio. El alcalde de Vich, Vila d’Abadal, abandonó hace un año el partido para dirigir la Associació de Municipis per a la Independència (AMI) y el secratario de Universidades (asimilado a secretario de «Estado», un escalón por debajo de consejero), Antoni Castells, han abogado en reiteradas ocasiones por sumarse a las tesis independentistas de CDC y su opinión ha calado hasta el punto de configurar un sector en Unió que no sólo es mayoritario en las juventudes del partido.