Más que palabras

TONIA ETXARRI, EL CORREO 04/02/13

· Si los partidos no afrontan la regeneración del sistema de financiación, nadie nos garantiza que no se puedan dar más casos Bárcenas en otras familias políticas.

La corrupción va por turnos. Porque no tiene ideología sino nombres y apellidos. Pero cuando los escándalos afectan a las direcciones de los partidos habrá que pensar que el problema no reside en Mariano (ayer), Durán (anteayer) o Alfredo (hace unos meses). El problema ha anidado en el sistema de financiación de los partidos. Y mientras las fuerzas políticas no sean capaces de afrontar la necesaria regeneración en su propio funcionamiento, nadie nos asegura que, después de Bárcenas, no vuelvan a aparecer individuos desalmados que pretendan utilizar al partido de turno para desviar fondos en beneficio propio. Cuando los representantes políticos desmienten pero no convencen, están afectados por el virus de la falta de credibilidad. Eso es lo que le ha ocurrido al presidente Rajoy este fin de semana. Que se defendió, en primera persona, pero no anunció una querella contra el origen de sus males, que no es otro que el extesorero de su partido.

Y en ese flanco vio Rubalcaba su hueco para la gloria al comparecer, ayer, ante los medios para exigir la dimisión de Rajoy, un día antes de que el presidente del Gobierno se entreviste con la canciller alemana, Angela Merkel. Pero, con 110 diputados, seis millones de parados y, sin recuperar la confianza de los votantes según los últimos sondeos, ¿tiene el PSOE legitimidad para pedir la dimisión del presidente? Esa era la ‘pregunta del millón’ que formulaban los periodistas presentes en la conferencia de prensa del líder socialista. Porque ésa es la cuestión.

En este país, tan proclive a efectuar juicios paralelos y a utilizar diferentes varas de medir según sea la familia política perjudicada por el escándalo, ¿existe ahora mismo alternativa al PP? Quizá porque sabe la respuesta, Alfredo Pérez Rubalcaba se limitó a pedir la dimisión de Rajoy pero no a plantear el adelanto de las elecciones. Los socialistas saben que no pueden presentarse, hoy por hoy, como los adalides de la transparencia y la sinceridad ante los ciudadanos. No hace falta remontarnos a los gobiernos de Felipe González, como sugieren algunos guardianes de la memoria. Basta con recordar algunos capítulos de la historia más reciente.

El último caso conocido de corrupción ha torpedeado la línea de flotación del PP. Pero hace unos días la Fundación Ideas, del PSOE, tuvo que dar explicaciones por facturas irregulares que su gerente, la mano derecha de Jesús Caldera, había trampeado valiéndose de la identidad de la falsa articulista Amy Martin. El panel de los aprovechados ha ido exhibiendo otros casos que han ido indignando a los ciudadanos, sin que hasta ahora castigasen los desmanes en las urnas, pero que, en la actual situación económica, ya no se conforman con declaraciones de exculpación. Por muy contundentes que hayan sido. La gente está indignada pero conserva la memoria. Por eso, después de todo lo que ha soportado, necesita algo más que palabras. Está esperando hechos.

Ya vieron las trampas de los falsos ERE, con los 800 millones desviados, de la Junta de Andalucía, que no le movieron la silla a José Antonio Griñán. También han visto que la financiación irregular de Unió Democrática ha dejado tan campante a Durán Lleida. O que la presunta evasión de capital del hijo de Jordi Pujol ha dejado al ex honorable preguntándose «¿qué c…. es la UDEF?» O que la gente quiera saber qué fue del ‘caso Campeón’, en el que el exministro José Blanco resultó imputado por la concesión de subvenciones a cambio de comisiones.

Muy pocos de los partidos grandes tienen escapatoria. ¿Es que en Euskadi no hay corrupción? El ‘caso Telleria’ y el ‘caso De Miguel’ provocaron un seísmo en el PNV alavés que se llevó por delante al presidente del Araba buru batzar pero que no tuvo ningún efecto directo en las urnas. La trama de espionaje para recabar datos privados de personalidades alavesas y la trama mercantil que, presuntamente, cobraba comisiones a empresarios por adjudicaciones de contratos se verá, pronto, en la celebración del juicio en Vitoria.

Pero es ahora el partido que gobierna España, el PP, quien está bajó el paraguas que debe aguantar la tormenta. Quien lo sostiene, Mariano Rajoy, no debería situarse a la defensiva. Contentarse con eso es insuficiente. Pocos dudarán de que el actual presidente de Gobierno es inocente. Pero si no actúa contra el que fue su tesorero, quedará la sombra de la duda proyectada sobre su cabeza. Si el pasado sábado hubiese anunciado medidas judiciales contra Bárcenas, buena parte de la opinión pública, seguramente, habría cambiado de percepción; aunque el daño ya está hecho.

Pío García Escudero puede dar fe de ello cuando vio su nombre entre la lista de «sospechosos» de haber resultado beneficiado por las trampas del extesorero cuando, en realidad, el crédito que le concedió el partido para reconstruir su casa después de haber sufrido un atentado figura en la contabilidad oficial del PP. ¿Y si Bárcenas utilizó los nombres de compañeros de su partido para justificar el desvío a la cuenta de Suiza? Preguntas que afloran y que sólo un juez podrá responder después de que el extesorero del PP vuelva a comparecer ante la Justicia. Mientras tanto, Rajoy no debería aguardar al pleno del Congreso el próximo 20 de febrero. Cabe esperar que, antes, el presidente anuncie cambios, medidas contundentes e, incluso, crisis de gobierno.

TONIA ETXARRI, EL CORREO 04/02/13