Ignacio Varela-El Confidencial
- No es que no haya pasado nada durante estos dos meses en el terreno electoral: es que se confirma lo que ya venía ocurriendo durante toda la legislatura
Entre el 15 de septiembre, cuando El Confidencial estrenó su Observatorio Electoral, y el día de hoy, en que publicamos los resultados de la cuarta encuesta, la actividad política ha sido frenética y la actualidad ha echado humo. Por ejemplo, los tres principales partidos (PSOE, PP y Vox) han celebrado sus congresos o convenciones nacionales. Se reunió la afamada mesa de diálogo entre el Gobierno de España y el de Cataluña. Puigdemont fue detenido en Italia y fracasó un nuevo intento de extradición. Se discutió apasionadamente sobre si hay que decir sexo o género. Se desbloqueó a medias la elección de los órganos constitucionales. En los últimos días, ha estallado una crisis en el interior del Gobierno de coalición, coincidiendo con la exaltación mediática de Yolanda Díaz a la condición de líder alternativa del progresismo.
Además, el covid avanza de pandemia a enfermedad endémica y la vida se va normalizando. La luz se puso por las nubes y reapareció la inflación en nuestras vidas. El periódico gubernamental pasó en unos días de proclamar una nueva era de prosperidad para todos a alertarnos de un Atasco Global (subrayando preventivamente lo de global). El presupuesto se quedó obsoleto antes de nacer. Resulta que lo del maná europeo ni está tan amarrado como se decía ni nos resolverá la vida como se prometía.
Los gabinetes políticos, las columnas de opinión y las tertulias se llenaron de cálculos sobre las millonadas de votos que cada uno de esos sucesos proporcionaría a unos o a otros. Se sigue fantaseando con la idea de que cada mañana millones de personas se levantan pensando en cambiar su voto al calor del último titular.
El producto electoral de tanta fatiga está en estos dos gráficos:
No es un encefalograma plano, pero lo parece. No es que no haya pasado nada durante estos dos meses en el terreno electoral: es que se confirma lo que ya venía ocurriendo durante toda la legislatura, singularmente a partir del 4 de mayo madrileño. El PP avanza sostenidamente sin terminar de abrir la brecha definitiva. El PSOE resiste a duras penas. Vox se ha instalado en la franja del 15-17%. Unidas Podemos bracea para seguir a flote mientras la pócima mágica de Yolanda surte su presunto efecto salvífico. Ciudadanos aguarda en el corredor de la muerte. Y hay un claro desplazamiento del electorado hacia la derecha, lento pero constante.
Nada que no se supiera el 15 de septiembre, pero un poco más de todo ello. Y desde luego, nada que pueda considerarse irreversible. La política de los políticos y su entorno corre como un Ferrari sin frenos por una pista de aceite mientras la de los ciudadanos, mucho más natural, avanza a ritmo de paseo campestre. Al menos, mientras no suceda algo realmente bestial o aparezca una convocatoria electoral en el BOE.
No obstante, tiene interés comprobar cómo ha ido la cosa de los votos en este arranque del curso político. Se ve más claro si transformamos los porcentajes en votos reales. Supongamos que unas elecciones generales que se celebraran hoy tuvieran la misma participación que las de noviembre de 2019; es decir, 24,3 millones de votos válidos. Veamos qué les ha pasado a los cuatro grandes partidos (expresado en miles de votos):
- Al empezar el curso, el PSOE había perdido —respecto a su último resultado electoral— 359.000 votos y 12 escaños. En estos dos meses, ha perdido a 174.000 votantes y siete diputados más.
- El PP había ganado 1.357.000 votos y 24 escaños; ha añadido 388.000 votantes nuevos y siete diputados adicionales (reproduciendo ahora exactamente el resultado de Sánchez en 2019, pero con una ventaja mucho menor sobre el segundo).
- Vox había avanzado 347.000 votos y cuatro escaños, pero en el último tramo del Observatorio Electoral ha perdido gas hasta dejarse en estos dos meses 170.000 votos y cuatro diputados, quedándose de momento con los 52 actuales.
- Unidas Podemos, bajo la jefatura de Iglesias, había perdido 548.000 votos y nueve de sus 35 diputados. De momento, el ‘efecto Yolanda’ le ha servido para recuperar, en los dos últimos meses, 97.000 votantes y un par de escaños. Menos da una piedra.
Vistos así, los movimientos de las últimas cuatro semanas son más relevantes de lo que muestran los gráficos de porcentajes. A Pablo Casado parece estarle funcionando el plan de frenar a Vox y, a la vez, penetrar en el espacio del PSOE. Este es, probablemente, el dato cualitativamente más relevante: al empezar esta serie de encuestas, el saldo neto en el intercambio de votos entre el PP y el PSOE favorecía a los populares en 143.000 votos. Ahora, esa cifra se ha elevado hasta 459.000. Lo está logrando sin debilitarse —en términos relativos— por su flanco derecho, aunque el tráfico en la frontera entre el PP y Vox es tan intenso (más de un millón y medio de personas transitando por ella en una u otra dirección) que se convierte en el principal factor de incertidumbre en el futuro cercano.
En principio, no es de esperar que las tendencias se inviertan, aunque avanzarán mucho más lentamente de lo que ansían los bulímicos de la política. En mi opinión, mientras no se ponga sobre la mesa una convocatoria electoral con fecha concreta, solo tres cosas podrían producir un cambio sustancial del escenario electoral:
- Un cambio de actores (por ejemplo, que cristalice el famoso frente amplio de Díaz y salte la coalición de gobierno, o que cuaje la emergencia concertada de partidos provincialistas de la España vacía). Ninguna de las dos cosas es descartable, aunque probablemente resulte prematuro en este momento.
- Con mucha mayor probabilidad, un cambio dramático del clima social como consecuencia de la inversión de las expectativas euforizantes sembradas en la última fase de la pandemia. Si se confirma el ‘atasco global’ del que alertaba este domingo el órgano del oficialismo y ello tiene un impacto directo e inmediato en el bolsillo de los ciudadanos, las nubes que ahora ensombrecen el Gobierno de Sánchez se convertirán en galerna. Podría ser la ocasión para que el PP dé el salto definitivo como en 2011, pero también para que lo haga Vox si el encabronamiento social desborda lo razonable.
- Y, por supuesto, el tercer supuesto sería que Sánchez decida adelantarse a la tormenta y jugarse el todo por el todo en una convocatoria precipitada, terminando abruptamente la legislatura antes de que se la terminen sus socios —o, lo que sería aún peor, que lo hagan entre Bruselas y el compañero Scholz—.