EL MUNDO 06/08/14
EDITORIAL
El enorme desgaste que el proceso soberanista le está suponiendo a CiU, unido al escándalo de los Pujol, han hecho que Artur Mas esté cada vez más solo. La negativa de ERC a entrar en el Govern podría precipitar un adelanto electoral que ya hay quien fija en la primavera de 2015, en el ecuador de la legislatura. La convulsión a la que Mas ha sometido a la sociedad catalana se traduce en una dinámica política de la que su partido es el principal perjudicado: adelantó dos años las elecciones en 2012 con las miras puestas en una «mayoría excepcional» y el experimento se tradujo en un tremendo batacazo para CiU: 12 escaños menos. Todas las encuestas indican ahora que ERC es la gran beneficiada de la apuesta soberanista de Mas. Los republicanos son los favoritos para ganar las nuevas elecciones adelantadas a las que parece abocada Cataluña.
A la ingobernabilidad por falta de apoyos de Mas, hay que sumar la que ya existe de facto como consecuencia de haber centrado la Generalitat toda la atención en el proceso independentista. Es sintomático que tras la rueda de prensa que el presidente catalán ofreció ayer para hacer balance de los siete primeros meses del año, las preguntas de los periodistas giraron, durante más de una hora, sólo en torno a dos asuntos: la consulta del 9 de noviembre y el fraude de la familia Pujol. Es la prueba de que el ruido permanente que causan en Cataluña el desafío independentista de sus autoridades y la corrupción impiden que se hable de la gestión.
Mas insistió ayer en presentar los presuntos delitos de los Pujol como un asunto familiar y lejano en el tiempo, pero ni los han pillado robando en el supermercado ni su número dos en Convergència, Oriol Pujol, dimitió hace años. La investigación a varios miembros del clan es para determinar si obtuvieron millones de euros de forma fraudulenta moviendo sus hilos en una Administración de la que Mas es el principal responsable desde hace cuatro años. Sólo por ello debería ser el primer interesado en llegar al fondo del caso. Su renuncia a hacerlo invita a pensar lo peor.
En estas circunstancias, el empeño de Mas por seguir adelante con el proceso soberanista, pidiendo «fortaleza psicológica y de carácter» a los ciudadanos catalanes, enfrentando «democracia» y «legalidad», y contraponiendo la «legalidad catalana» a la «legalidad española», como hizo ayer, se antoja una huida hacia adelante para tratar de ocultar sus problemas particulares.
Si lo que Artur Mas pretendía era pasar a la historia como el hombre que condujo a Cataluña hacia la independencia, se equivoca: lo más probable es que lo haga como el dirigente que hundió a CiU y consiguió que la izquierda radical independentista gobernara en Cataluña, una de las regiones que por tradición, vocación europeísta y nivel de prosperidad, siempre se ha movido en el espacio de la moderación. Lamentablemente, el escenario político que está perfilándose para el día después de las próximas elecciones catalanas es el de un gobierno de ERC con el apoyo de otros partidos extremistas de izquierda, como la CUP. Así pues, o mucho cambian las cosas en los próximos meses o el juicio que la posteridad le reserva a Mas no será ni mucho menos el que él hubiera soñado.