EL MUNDO – 31/07/14
· Dice no tener ‘plan B’ y que la consulta será el 9-N / Presenta 23 propuestas sobre financiación, infraestructuras y política educativa para Cataluña.
Prácticamente nadie albergaba dudas respecto al resultado de la tan esperada reunión entre el presidente del Gobierno y el de la Generalitat en Moncloa. Y las expectativas de perfil bajo se cumplieron a rajatabla. Las posiciones se mantienen inamovibles. Artur Mas enrocado en su hoja de ruta mantiene el pulso, decidido a convocar la consulta soberanista el 9 de noviembre.
Contra viento y marea y apoyado sobre la legitimidad que le otorga la mayoría de la sociedad catalana que, avisa, demostrará en septiembre su fuerza con una movilización «espectacular».
Y Rajoy, por su parte, amarrado a la Carta Magna, dispuesto a impedir, con las armas que le proporcionará un último pronunciamiento del Constitucional, que la Generalitat saque las urnas.
Las espadas siguen en alto sobre este asunto crucial que afecta de lleno a la soberanía nacional y al modelo de Estado que votaron todos los españoles en 1978.
Mas y Rajoy se muestran irreconciliables en este terreno. Al menos ésta fue la conclusión que ambos sacaron después de casi dos horas y media de conversación «en profundidad» en la Presidencia del Gobierno.
Las aspiraciones independentistas son el gran obstáculo, el muro inexpugnable que se levanta entre Cataluña y Madrid. Para lo demás sí hay terreno de juego, ámbito para el diálogo y la negociación. Así lo reconoció el president en su comparecencia, también muy larga, ante los periodistas en la sede de la Generalitat en Madrid.
Artur Mas llegó a La Moncloa con una gruesa carpeta bajo el brazo. Contenía un amplio dossier con 23 propuestas para mejorar la vida de los ciudadanos catalanes, sus servicios públicos, su sistema educativo y sanitario, su financiación y sus infraestructuras. No se trataba de un «memorial de agravios», como él mismo quiso precisar, sino de una lista de necesidades reales que ponen de manifiesto que en Cataluña ya no es posible hacer más recortes, que se ha «tocado hueso», aseguró.
Y sobre todo ello, Mariano Rajoy se mostró dispuesto a hablar y a acordar. De hecho, el propio Mas aseguró que habrá nuevos contactos en las próximas semanas para abordar estos asuntos. Y admitió haber descubierto que en este campo sí hay «clima para el diálogo» .
En realidad no es una sorpresa. Desde el Gobierno siempre se ha asegurado la disposición del presidente a hablar de todo excepto de lo que en Moncloa, en el Congreso y en el Constitucional consideran una ilegalidad: la celebración de la consulta independentista. Para eso no hay margen.
Ayer, Mariano Rajoy lo repitió. Escuetamente pero con contundencia. En el comunicado que hizo público Presidencia minutos después de finalizar su encuentro con Mas apenas se dedican dos párrafos breves a este asunto. Pero no dejan lugar a la duda.
«El presidente del Gobierno ha aprovechado la reunión para reiterar la posición que expresó públicamente el 12 de diciembre de 2013 al conocer por los medios de comunicación la intención de convocar una consulta de autodeterminación en Cataluña. En la misma línea de lo que han expresado sobre el asunto tanto el Congreso de los Diputados como el Tribunal Constitucional, el presidente Rajoy afirmó que la consulta es ilegal, y que por lo tanto ni se puede celebrar, ni se va a celebrar». Eso era todo.
Tras recibir esta respuesta en su cara a cara con el presidente del Gobierno, Artur Mas, lejos de abrir nuevas vías para enderezar el problema, insistió en reafirmarse en su postura. «Nosotros estamos totalmente decididos. Tenemos la determinación, la base social y el acuerdo político. Tenemos pues la decisión de convocar la consulta», afirmó.
«Querríamos hacerla de forma legal, es decir, a la británica; con acuerdo del Estado. Sé que es muy difícil porque la respuesta de Rajoy es que no se puede porque es ilegal». «Yo tenía», confesó, «la expectativa de que el presidente haría alguna propuesta, pero no ha habido ninguna».
Es cierto. Rajoy no habló de terceras vías ni de la posibilidad de explorar una reforma de la Constitución, pero tampoco Mas planteó ideas distintas a la que dice ser su hoja de ruta. De hecho, sobre este punto se mantuvo pétreo.
«Nuestro guión sigue en pie y avanza. Nosotros convocaremos, pese a que es probable que la convocatoria acabe en el Tribunal Constitucional». En ese caso, ¿qué hará? Por el momento, Mas prefiere mantener la incógnita.
«Si el Constitucional anula la convocatoria del 9 de noviembre entraremos en la última fase del proceso», afirmó, pero no quiso explicar en qué consistiría la misma. Las preguntas acerca de unas posibles elecciones anticipadas o una declaración unilateral de independencia quedaron en el aire.
Mas sólo remachó una y otra vez la misma idea: «Pondré toda la carne en el asador para que se produzca la consulta el 9 de noviembre. No hay un plan B. Hay un plan A, que es votar», zanjó.
Para el presidente de la Generalitat ésta es la única vía posible para encontrar una solución al problema catalán. Y así lo demostrarán los ciudadanos a la vuelta del verano. De hecho, un Mas desafiante llegó a advertir: «Ustedes verán un 11-S en Cataluña espectacular. Ahí comprobarán la fuerza de la nación catalana por encima de muchas otras cosas».
En su opinión, ya no hay posibilidades de frenar esta dinámica. Ni con un pacto fiscal, ni con una reforma que les resulte favorable del sistema de financiación autonómico, ni tan siquiera con una reforma en profundidad de la Carta Magna. Nada bastaría ya para apaciguar el anhelo independentista. Pese a todo, Mas hizo gala de su espíritu práctico cuando aseguró haber acudido a La Moncloa con «ganas de resolver temas» e hizo mención al listado de 23 propuestas que llevaba en el cartapacio.
Aún así también aclaró: «Un pacto fiscal como solución definitiva es algo ya superado. Sería muy positivo pero no resolvería la cuestión. Los catalanes tienen que pronunciarse sobre su futuro político».
De esta manera confirmaba que lo que hace dos años era la aspiración prioritaria de Cataluña –conseguir un trato fiscal similar al concierto vasco– ya no es el punto más destacado de su agenda. Recibió la negativa de Rajoy, con el argumento de que no puede romperse la solidaridad y el principio de igualdad entre los españoles, y a partir de ahí Mas se entregó de lleno a la demanda soberanista. Ahora la ola le ha superado y ya no hay posibilidades de recomponer la figura por las buenas.
Tampoco bastaría que el presidente del Gobierno aceptara emprender el camino que plantean los grupos de oposición, especialmente los socialistas, de reformar la Constitución para dibujar con nitidez un modelo de Estado federal. En este punto, Artur Mas se agarra al argumento de que debe ser el «Estado» el que haga una propuesta y, puesto que por el momento no hay visos de acuerdo entre los dos principales partidos, no merece la pena perderse en ensoñaciones sobre una quimera. Es más, el presidente de la Generalitat llegó a asegurar ayer que antes de reunirse con Rajoy tenía la esperanza de que éste pondría sobre la mesa «algo de eso», pero, dijo, «al final no ha sido así».
Pese a esta discrepancia rotunda y a todas luces insalvable, Mas aseguró haber encontrado en Moncloa disposición a dialogar sobre otros aspectos. En Presidencia lo confirmaron. Uno de los más importantes es el que hace referencia a la voluntad de Rajoy de revisar el Fondo de Liquidez Autonómica para aumentar el balón de oxígeno financiero de las comunidades, así como la reestructuración de las devoluciones negativas de las autonomías.
Rajoy le insistió ayer a Mas en su deseo de que Cataluña participe activamente en la definición de las nuevas medidas que prepara el Gobierno para impulsar el crecimiento y el empleo y, particularmente, en la concreción de la reforma fiscal que, aseguró, será muy beneficiosa para la economía catalana. El presidente se mostró además dispuesto a estudiar con atención y espíritu constructivo todas las propuestas presentadas ayer por Artur Mas, a quien advirtió de los «riesgos» que la «inestabilidad política» puede plantear en el «incipiente proceso de recuperación económica».
EL MUNDO – 31/07/14