ABC – 10/11/15
· El candidato redobla la presión y vincula su investidura a que el proceso no «encalle».
· Presión a la CUP:«Sin investidura no hay Govern definitivo y, consecuentemente, el proceso queda encallado, al menos durante un tiempo»
· Ataque a España: «El Estado español está políticamente incapacitado para aceptar un reto de la profundidad democrática como el que plantea Cataluña»
· ¿Diálogo posible?: «Si el Estado hiciese una lectura serena de la declaración y del 27-S vería que hay margen para el diálogo»
«Sin investidura, el proceso queda encallado, al menos durante un tiempo. El candidato a presidente de la Generalitat, Artur Mas, vinculó ayer su elección como jefe del Ejecutivo a la continuidad del proceso soberanista, una escalada más en la estrategia de presión que la coalición Junts pel Sí está ejerciendo sobre la CUP, cuyo apoyo requieren. Salvo sorpresa, el partido antisistema no apoyará hoy a Mas en la primera votación; tampoco en la segunda, fijada para el jueves.
Con su intervención cumplía Mas el guión previsible de situarse como figura imprescindible del «procés» –«aquí no sobra nadie», rogó a la CUP–, a la vez que asumía punto por punto el discurso social y económico de la extrema izquierda, algo inimaginable para el definido como el «campeón de los recortes» y que se presentaba hace muy pocos años como «amigo de los empresarios». Así, vestido de antisistema, Mas pidió a los diputados de la CUP que le voten, una demanda que lanzó apelando al bien superior de la independencia y el estado propio. Por el momento, y pese a su entreguismo a la CUP, no le sirve.
En un discurso pensado para agradar a sus deseados aliados antisistema, Mas se presentó con un programa de máximos, fiel a su compromiso de «desconexión» y sin dejar margen alguno a la posibilidad de recular. Con todo, también aseguró, en aparente contradicción con la literalidad rupturista del texto aprobado por la mañana, que todavía aprecia margen para el diálogo, recordando que en la declaración de «inicio del proceso» no está prevista «una declaración unilateral de independencia». «Somos conscientes de que no haber superado el 50% de los votos emitidos –en las elecciones-plebiscito del 27-S– obliga a conducir el proceso teniendo en cuenta la presente realidad social y política», señaló Mas, que añadió que si «el Estado hiciese una lectura serena» de las «elecciones y de la declaración vería que hay margen para el diálogo y la negociación». Solo por un momento, fugaz, parecía que Mas apelaba al Estado para que le sacase del «cul de sac» en el que se ha metido.
Fue un espejismo, ya que la necesidad de contentar a la CUP y el propio rumbo trazado llevan a Mas a reafirmarse en el camino de la desobediencia, convencido además de que no hay «caminos intermedios» o «terceras vías» frente a un Estado «incapacitado» al que acusó de tener «tics predemocráticos». Aludía a las querellas por la consulta del 9-N, que, dijo, son la «última expresión de la prepotencia, miopía política y orgullo imperial herido» del estado. De manera inédita, y dirigiéndose en castellano al conjunto de España, apuntó: «¿Quién quiere vivir en un Estado que persigue criminalmente a aquellos que promueven las urnas?»
La CUP no traga
Ni el sorpresivo giro a la izquierda de su programa, ni la promesa de desobedecer, ni el cumplimiento de la «hoja de ruta» –constitución catalana, elecciones en 18 meses, hacienda propia…– son por ahora aval suficiente para que la CUP acepte a Mas. Las negociaciones no están cerradas, pero se da por descontado que los antisistema mantendrán el pulso. Su voto es ahora no. En el otro lado, y a tenor del discurso de ayer, Mas aguanta, en una difícil confluencia que puede prolongarse como máximo hasta el 9 de enero, cuando se convocarían nuevas elecciones para marzo. La vicepresidente Neus Munté, señalada por la CUP como posible alternativa, aseguró ayer que el candidato es Mas.
Así están las cosas: ni presidente ni gobierno. Mas, desatado, apelando a una épica algo desteñida, parecía según la oposición un político al margen de la realidad. «La subordinación es cómoda pero tiene un coste, y la libertad es incómoda porque tiene un precio. Hay que escoger», dijo él. Por el momento, la CUP no traga.
ABC – 10/11/15