Rebeca Argudo-ABC
- La realidad española ejerce, frente a la ficción policiaca estadounidense, una inaceptable competencia desleal
Allá por 2017, en X (entonces Twitter), David Simon, creador de la serie ‘The Wire’, escribía que «Baltimore es Mallorca sin las playas ni los paisajes» y se preguntaba, irónicamente, si sería seguro visitar la isla. Lo hacía como respuesta a otro tuit en que le animaban a hacer un ‘spin-off’ de la serie ambientado en la isla, enlazando la noticia de la detención del empresario Bartomeu Cursach. Estallaba entonces el caso Cursach con las primeras imputaciones y, como a ‘The Wire’, no le faltaba detalle: del cohecho a la organización criminal, pasando por homicidio, corrupción de menores, tráfico de influencias, extorsión o blanqueo de capitales, entre otros. Policías corruptos, madames de burdel, empresarios sin escrúpulos, jueces y fiscales sospechosos de fabricar pruebas y manipular testigos, redacciones de diarios registradas, macrodiscotecas clausuradas… Pensaba en aquello y me preguntaba qué pensará Simon ahora si está siguiendo la actualidad patria como la siguió entonces. ¿Qué le habrá parecido el detalle del ‘pendrive’ escondido en las partes íntimas de la prostituta que acompañaba a un exministro durante el registro de su casa? ¿Y la entrada de la UCO en la sede del partido en el gobierno? ¿Qué opinará del papel del coro mediático, con su coreografía sincronizada de propaganda al dictado? ¿Y de la actuación estelar de un presidente sitiado por los casos de corrupción y con su círculo más cercano investigado (cuando no directamente imputado)? Supongo que, como poco, le parecerá que la realidad española ejerce, frente a la ficción policiaca estadounidense, una inaceptable competencia desleal.
Me gusta fantasear con un imaginario guionista presentando su idea para el episodio piloto, el de la banda del Peugeot. «Calle de Madrid. Exterior día. Se suben a un 407 cuatro tipos en vaqueros y cazadoras: un guaperas yerno del dueño de unas saunas gays sospechoso de pucherazo, un exportero de puticlub devenido chófer y guardaespaldas, un profesor de gimnasia de Primaria reconvertido en entusiasta militante y un técnico de mantenimiento con aspiraciones. Plano corto de una mano. Enciende el equipo de música. Suenan los primeros acordes de ‘Ya no aguanto más’, de Bordón 4. El coche se aleja, sube la música. ‘Me voy, me voy, ya no aguanto más, el rollo de esta vida no me va, cojo el carro y yo me voy volando’. Fundido a negro. Títulos de crédito iniciales». Me imagino a David Simon, desesperado, riñéndole al guionista, diciéndole que algo así no es creíble. Cuando el pobre le comenta que había pensado que, cuando vuelvan de la ‘tourné’ de provincias, el guaperas se convertirá en presidente del Gobierno, el de gimnasia en ministro de Fomento, el técnico en secretario de Organización del PSOE y, el exportero de puticlub, en asesor político, Simon ya no aguanta más. Rompe todos los folios y sale indignado de la sala farfullando algo sobre la importancia de la verosimilitud en los personajes y en las tramas. Menos mal que no le ha comentado su idea para el arco argumental de los personajes de la esposa y el hermano del prota. Definitivamente, la actualidad española es ahora más de Torrente que de ‘The Wire’.