EL MUNDO – 18/01/16
· Sánchez, Corominas y Homs son los tres hombres clave ante el congreso de primavera.
Artur Mas aclaró, cuando finalmente hincó la rodilla, incapaz de convencer a la CUP de que votara su investidura, que dejaba la Presidencia de la Generalitat pero no la política. Después de rechazar cualquier cargo en el nuevo Ejecutivo de Carles Puigdemont y de renunciar incluso a su acta de diputado, Mas tiene ahora un objetivo menos ambicioso que el de independizar Cataluña: pilotar la refundación de Convergència.
El partido fundado por Jordi Pujol en 1974 sufre el paso del tiempo, como todos los que protagonizaron la Transición. El gesto de Mas le evitó in extremis unas nuevas elecciones en las que, muy probablemente, habría perdido el poder y el timón del nacionalismo. La misión del ex president es paradójica: se trata de reconstruir el espacio político del centro-derecha catalán que él mismo, con su giro soberanista, ha contribuido a menoscabar.
Acostumbrado a la adrenalina de la primera línea, Mas se ha puesto enseguida manos a la obra. El ex presidente de la Generalitat ha pasado en un suspiro de ser el centro de todos los focos, a una posición subalterna; en la toma de posesión de Puigdemont se le vio descolocado, y buscó el calor popular en la plaza de Sant Jaume tras el acto. Sin embargo, las cámaras priorizaron al nuevo president.
«Debemos encontrar una fórmula útil para todos, para que no sea un jubilado», dijo Puigdemont en la primera entrevista que ha concedido como jefe del Ejecutivo catalán. Y Mas se va a centrar en tutelar la pugna por el poder en su partido. De momento, ya ha anunciado que su despacho como ex president, al que tiene derecho según la ley catalana, no va a costar dinero al contribuyente: se instalará en el Palau Robert de Barcelona, de titularidad pública.
Aunque el ex president quiere volver a primera línea dentro de unos meses, no está claro que lo pueda hacer. Dependerá de la autonomía que demuestre Puigdemont –que en sus primeros actos ha evidenciado voluntad de construir un perfil propio– y de la evolución de la situación política catalana. Pero dentro de Convergència tiene de momento una gran autoridad, que va a utilizar para arbitrar el futuro del partido.
Convergència tiene un congreso pendiente, pero que no haya finalmente elecciones en marzo hace que pueda abordarse con más calma: probablemente se celebrará en primavera. En las reuniones que Mas ha mantenido esta semana se ha decidido que tres dirigentes piloten el día a día de la formación hasta el cónclave, según explican en su seno: Francesc Sánchez, Lluís Corominas y Francesc Homs.
Sánchez es el principal fontanero de Convergència y ahora adquiere más peso en el funcionamiento interno, aunque él no quiso el viernes confirmar a este diario sus nuevas atribuciones porque todavía no son oficiales. Abogado, en los últimos años se ha encargado de los asuntos judiciales del partido. Ha dado la cara siempre que presuntos casos de corrupción han afectado a la formación, y han sido muchos. Por ejemplo, acompañó a Oriol Pujol al juzgado cuando declaró por el caso ITV, o se encargó de difundir la versión de Convergència cuando la Guardia Civil registró la sede de la calle Còrsega en relación con el caso 3%.
Corominas, conocido como el señor Lobo de CDC por su habilidad a la hora de solucionar problemas, repite en esta legislatura asiento en la Mesa del Parlament a petición propia. Su último servicio fue convertirse en una pieza clave en las negociaciones con la CUP que desembocaron en la investidura de Puigdemont.
En cuanto a Homs, que capitanea el grupo del partido en el Congreso de los Diputados, ha sido la mano derecha de Mas en los últimos años. Que su actividad parlamentaria lo haya llevado a Madrid no significa que no tenga la ambición de colocarse bien para aspirar a todo en el futuro de Convergència.
Sánchez, Corominas y Homs prepararán junto a Mas el congreso, y elaborarán su reglamento. Entre tanto, otros dirigentes van tomando posiciones. Dos de ellos ya han dicho que aspiran al cargo de secretario general, número dos del partido y un puesto inmejorable para sustituir al actual líder cuando se marche. Son Jordi Turull y Germà Gordó.
El primero, actual presidente del grupo de Junts pel Sí en el Parlament, está muy vinculado a Francesc Homs. Tanto, que sectores del partido se refieren a él como el masover, una figura típica del mundo rural catalán. La RAE da esta definición: «Labrador que, viviendo en masía ajena, cultiva las tierras anejas a cambio de una retribución o de una parte de los frutos». Así, Turull se ocuparía de guardarle la vez a Homs para cuando éste decida que ha llegado el momento de tomar el poder. Los mismos sectores recuerdan también su vinculación con la familia Pujol, especialmente con Oriol.
En cuanto a Gordó, que fue secretario del Govern en el primer Ejecutivo de Mas y conseller de Justicia en el segundo, se ha postulado públicamente, pero fuentes del partido albergan dudas acerca de cuál es su tirón real entre la militancia.
A ellos se unirá probablemente Josep Rull, hasta ahora coordinador general del partido y a quien muchos dentro de Convergència ven como el sustituto natural de Mas. Recién nombrado conseller de Territorio y Sostenibilidad, Rull aprovechará ese cargo con toda seguridad para acrecentar su ya tupida red de afinidades entre los cuadros y militantes del partido.
Mas baraja la opción de que sea la militancia, a través de unas elecciones primarias, la que decida quién será el número dos de Convergència entre estas opciones. La presidencia del partido, sin embargo, seguiría al margen de este tipo de procesos.
Convergència afronta su refundación, que podría conllevar un abandono definitivo de las siglas históricas –a las últimas catalanas ya concurrió junto a ERC en Junts pel Sí, y a las generales, como Democràcia i Llibertat– por el desgaste de su marca, cambiando incluso de sede: Como adelantó este diario cuando se anunció la venta de la actual a un fondo de Hong Kong, estará situada muy próxima al paseo Sant Joan de Barcelona, a escasos 10 minutos del cuartel general que adquirió Jordi Pujol en 1998.
La nueva Convergència, se llame como se llame, afrontará el reto de conjugar la senda independentista del partido –se descarta que la abandone, aunque module su ritmo– y la voluntad de volver a ser el catch-all party que diseñó Pujol y que ha ocupado el poder en Cataluña la mayor parte del tiempo desde la Transición.
EL MUNDO – 18/01/16