Miguel Ángel Aguilar-Vozpópuli

  • Porque la victoria es tanto más efímera cuanto más se desatiendan las obligaciones que de ella dimanan a partir del día siguiente de alcanzarla

Más vale honra sin barcos que barcos sin honra. Esta frase, que pide mármol, se atribuye al almirante de la Armada Casto Méndez Núñez quien la habría pronunciado en 1865 durante la guerra del Pacífico, porque tuvimos guerra en el Pacífico. Siglos antes, Hernán Cortés en México queriendo asegurar la fidelidad de sus hombres, renunció a arengarles y prefirió quemar las naves en las que pudieran huir, haciendo su situación irreversible o, como diría Pedro Sanchez, haciendo de la necesidad virtud.

Porque, para lograr la retirada, los diez mil del Anábasis sabían bien que era fundamental evitar la desbandada, imbuirse de la superioridad de la disciplina, identificar la salvación con la victoria. Así se lo había imbuido a los suyos Jenofonte, una vez que la muerte de Ciro había extinguido la causa por la que habían ido a luchar a Persia.

Volviendo a la metáfora de los barcos, el sábado 5 de julio, hemos tenido la oportunidad de ver al Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, agarrado al atril del Comité Federal diciendo a los más de trescientos congregados en la sede de Ferraz: “vosotros me elegisteis como capitán de este barco y el capitán no se desentiende cuando viene mala mar, se queda a capear el temporal, a salvar el rumbo y ganar el puerto”.

Pero de victorias que se eclipsan, mientras se están proclamando, hay larga memoria desde entonces

Porque la victoria es tanto más efímera cuanto más se desatiendan las obligaciones que de ella dimanan a partir del día siguiente de alcanzarla. Jenofonte preceptuaba que, para ser un verdadero jefe, además de elogiar al que actúa bien, es preciso reprender al que lo hace mal y en modo alguno ingeniárselas para participar en las fechorías de los soldados, como si cometer los mayores abusos hubiera de granjearle al jefe el respeto de sus subordinados.

Sorprende que un grito liberador -“yo no tengo puto amo”- tal que el proferido para diferenciarse de Óscar Puente por Emiliano García Page, presidente de la Comunidad Autónoma de Castilla La Mancha, haya carecido de resonancia alguna. La soledad de García Page, parece dibujar la soledad de la decencia, para la que se negó turno de réplica, arguyendo conforme a un reglamento pervertido.

Para el observador, parecería más bien que Page fuera culpable de haber ganado el gobierno de su Comunidad por mayoría absoluta, al tiempo que el PSOE caía derrotado en otras comunidades y perdía en todo el país el poder municipal del que había gozado tantos años.

En esa cámara de eco en que se convirtió Ferraz durante la sesión del Comité Federal se diría que los aguerridos perdedores unían sus voces para enjuiciar a quien había demostrado cómo era posible ganar con limpieza indiscutida. Algunos empezaban a sentirse inmersos en una atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa como esas de las que dan cuentan en sus whatsaps cruzados los koldos, cerdanes, ábalos y los que te rondaré morena y están pendientes de desencriptar por los manitas de la UCO a las órdenes del juez instructor. Atentos.