Manuel Martín Ferrand, ABC, 30/10/12
Cataluña vive del resto de España, de donde procede cerca del 70% del PIB generado en las cuatro provincias cuatribarradas
CUANDO Artur Mas dice que «nuestra referencia es Europa, no es España» denota una injustificada manía de grandeza. Él es quien es en función de su inseparable condición de español y gracias al ordenamiento jurídico que arranca de la Constitución del 78. Cuando se queja de que «España no es nuestro aliado», evidencia su escaso compromiso con la verdad y la inteligencia. ¿Puede el brazo derecho, o el píloro, de un hombre sano considerar enemigo al cuerpo que lo soporta? Cataluña —véanse las cuentas de las cien mayores empresas allí localizadas y de sus entidades financieras no arruinadas— vive del resto de España, de donde procede cerca del sesenta por ciento del PIB generado en las cuatro provincias cuatribarradas a las que el ímpetu textil de Mas quiere ponerle un remiendo azul con una estrella blanca.
Mas, en ejercicio de irresponsabilidad, decidió acortar la legislatura en curso, sin considerar la inoportunidad económica del momento, para legitimar en unas elecciones —autonómicas, no se olvide— su proclama separatista. Debe de querer, como proclama su socio Josep Antoni Duran Lleida, «rescatar a Cataluña de un Estado español que la ahoga». Otra falsedad rotunda para enriquecer el argumentario de una postura que sería respetable si, previamente, el president y quienes le acompañan hubieran renunciado solemnemente a las prerrogativas que les confiere su condición de máximos representantes del Estado en su ámbito autonómico y estatutario.
Más difícil todavía es entender la postura del PSC ante los comicios del 25 de noviembre. CiU se limita a traicionar su condición española, pero los socialistas, además, rompen con la tradición del PSOE del que, a juzgar por las apariencias, quiere escindirse. Si Alfredo Pérez Rubalcaba dice verdad cuando reprocha a su familia política catalana «la fórmula del derecho a decidir», adoptada por Pere Navarro y los suyos, debiera presentar una candidatura del PSOE, distinta de la del PSC, en las próximas autonómicas para «españolizar» el socialismo catalán y poder seguir siendo, en el ámbito del Estado partido, socialista, obrero y español.
Mariano Rajoy, inalterable, vive con interés las elecciones en Cataluña y allí estuvo, campañeando, este fin de semana. No entró en el fondo del problema ni tan siquiera señaló a Mas como elemento principal de la discordia presente. Ni le nombró. Esa es una rara manera de predicar que difícilmente calará en los ciudadanos que se sienten, por catalanes que sean, profundamente españoles.
Si a ello se le añade la confusión expresiva de Alicia Sánchez Camacho, indecisa y en la cuerda floja, podremos concluir que el viaje de Rajoy terminó en Cataluña como el último verso del estrambote del famoso soneto de Cervantes: «miró al soslayo, fuese y no hubo nada».
Manuel Martín Ferrand, ABC, 30/10/12