EL CONFIDENCIAL 16/06/13
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
La mascarada de este sábado en la ciudad vasco-francesa de Biarritz en la que una veintena de supuestos “exiliados” vinculados a ETA por delitos de sangre, ya prescritos, por complicidad o por simpatía, reclamarán el regreso al otro lado de la muga y el derecho a ser interlocutores en no se sabe qué negociación con los gobiernos de París y Madrid, forma parte de los particulares coros y danzas del folklore, entre desaliñado y funerario, con que la banda se hace notar para advertirnos de que, aunque no mata, está lejos de haber renunciado a seguir sombreando la realidad vasca y de España entera y, sobre todo, que sigue decidida a que el storytelling de su carpetazo terrorista lo escriban sus mercenarios amanuenses y en ningún caso los historiadores honrados.
En definitiva, se trata de una “escenificación” del retorno de sus “exiliados” dando por sentado que ellos lo son y que la democracia española es una patraña por más que centenares de sus cómplices intelectuales -los cargos públicos de Bildu y sus variantes- sienten sus posaderas en el Parlamento nacional y en el vasco, en las Juntas Generales, en las Diputaciones y en los Ayuntamientos de Euskadi y de Navarra. Ellos ya saben que tanto en Bilbao con los nacionalistas y como en Madrid con algunos populares, se entona el mantra de que “por la paz un avemaría”. El lendakari Urkullu ya tiene preparado un plan de reinserción a modo de pisto a la bilbaína: mete en el mismo saco a los terroristas y a sus supuestos “torturadores” para que así todos tengan una cuota de culpabilidad de modo tal que al final todo haya sido una funesta consecuencia del “conflicto” entre Euskadi y España.
El tal plan del PNV -que acaso llegue a aprobar el imprevisible PP vasco- incluye la creación del Instituto de la Memoria que se ubicará exactamente donde están pensando muchos de ustedes: en Guernica. El mejor de los lugares, porque -en el permanente e inmoral juego de ambigüedad que se traen los nacionalistas desde hace décadas- siempre quedará la duda de si allí lo que se recuerda es el bombardeo de los nazis y fascistas aliados con Franco, perpetrado el 26 de abril de 1937, o la tragedia de las centenares de víctimas de la banda terrorista, de sus miles y miles de parientes y amigos y de los centenares de miles de vascos huidos, coaccionados y arruinados.
El aldabonazo de advertencia lo dio el pasado lunes en El Periódico de Catalunya el filósofo Reyes Mate (imprescindible su ensayo La herencia del olvido, Premio Nacional de Ensayo 2009) que, glosando la disolución de Gesto por la Paz, subrayaba que “en aquella sociedad vasca había cómplices como el mundo abertzale, había calculadas distancias, como la de la Iglesia vasca, había silencios vergonzantes, porque la palabra crítica costaba cara y pocos tienen maderas de héroes”. Pero, como bien advertía Mate, “ha llegado la hora de las cuestiones pendientes”. Todas son de orden moral según el filósofo que reconoce, como muchos intuimos, que el entorno etarra “tiene medios institucionales para imponer relatos y memorias a su antojo, pero si no se enfrenta críticamente a su pasado impedirá un nuevo comienzo de la sociedad vasca” porque “si la respuesta a tanta violencia, ejercida o amparada es el olvido, ¿qué impedirá volver a ella, aunque sea bajo otras formas, si al final todo se olvida?”.
Reyes Mate tiene razón: la maquinaria del olvido selectivo se ha puesto en marcha como un artefacto infernal. La descomposición de las agrupaciones de víctimas está marcada por el error del Gobierno, el error más lacerante, incomprensible y ultrajante de todos los posibles, al propiciarla libertad de Josu Uribetxebarria Bolinaga, carcelero de Ortega Lara quien, según el Ministerio de Interior, estaba tan enfermo terminal que no probaría el turrón navideño de 2012 y sin embargo chiquitea en la temporada primavera-verano de 2013 en su Mondragón natal para escarnio de las víctimas que, desquiciadas por las contradicciones de unos y de otros,necesitarían ser rescatadas del desconcierto en que están sumidas.
Por eso, en el aquelarre de hoy en Biarritz todos quieren ser Bolinaga: libres, en casa, orgullosos de sus crímenes y amparados por la desmemoria colectiva y legatarios de la herencia del olvido. Pasa lo que, de nuevo, Reyes Mate escribe: “Estamos perdiendo un tiempo precioso y vemos que no ocurre nada nuevo (…) aunque se vaciaran mañana todas las cárceles, aunque Sortu ganase todas las elecciones, aunque el pueblo vasco se entregase a una vida feliz sin sombra de mala conciencia, aunque un manto de silencio cubriese la superficie del territorio vasco, estarían las victimas pidiendo justicia. Esa demanda ya es imborrable porque no hay manera de saldarla, por eso siempre estará ahí». Algunas -muchas víctimas- han desistido moralmente desarboladas ante la insultante libertad del carcelero atroz de Mondragón y la mascarada impune de la muchachada delincuente en Biarritz