LUIS VENTOSO, ABC – 06/06/14
· La manera en que el nacionalismo catalán deforma la realidad lo hace cansino.
Como si hubiesen cursado algún máster en antipatía, los independentistas se esfuerzan cada día en perjudicar a sus vecinos, los ciudadanos catalanes, volviéndolos enojosos ante el resto de sus compatriotas. No hay jornada que amanezca sin un cargo nacionalista deformando la verdad con serenidad zen, o esgrimiendo un plúmbeo victimismo levantado sobre unas cuentas tergiversadas. Todo bien amplificado, por supuesto, por los medios nacionales con sede en Madrid.
En Cataluña, el discurso a favor de las libertades constitucionales está vetado de facto en los medios públicos y en casi todos los privados (subvenciona, que algo queda). Sin embargo, las grandes televisiones y radios de ámbito estatal ejercen sin problemas de pregoneros de las tesis rupturistas. Atendiendo a unos criterios informativos de naturaleza tal vez esotérica, en los debates del Canal 24 Horas de TVE es más fácil toparse con Bosh, el portavoz de ERC, que con un ministro de la nación.
Ayer, todavía en hora de café y tostadas, los telediarios matinales se hacían eco de una entrevista de Artur Mas con Reuters. Su mensaje era que si Cataluña fuese expulsada de la UE por proclamarse independiente se debería «a una venganza de España». Fiel a la puesta en escena de la casa, con sosegada flema, faltó a la verdad, pues como es archisabido, son los tratados de la Unión los que establecen que un territorio desgajado de un Estado miembro sería expulsado del club.
No se trata de una vendetta arbitraria del malandrín Madrid. Por otra parte, resulta revelador que Mas baraje ya la hipótesis de quedarse fuera, algo que hasta ahora rechazaba de plano, incurriendo en otro embuste chapucero. Pero en Cataluña el presidente ganará la partida dialéctica, porque su punto de vista, aunque falaz, será amplificado por un formidable y eficacísimo aparato mediático de propaganda, mientras que los catalanes no escucharán una sola voz que explique que los están engañando y pastoreando a la ruina.
Acto seguido, entrevistaban en una radio a Josep Rull, secretario de organización de Convergencia. El asunto era su abstención en el debate para el relevo del Rey. Le preguntaron si tenía sentido ese voto cuando en Cataluña la Constitución del 78 fue aprobada por una abrumadora mayoría, la más alta de España. El señor Rull, de la escuela dialéctica de la imperturbabilidad, esgrimió sin despeinarse el siguiente argumento: «En su día apostamos por la monarquía como árbitro. Pero ha renunciado a ese papel».
En concreto, señaló como gran agravio que el Rey se opuso al proceso separatista y lo tachó de «quimera». Todo esto es de una indigencia intelectual desoladora. ¿Cuál es la primera tarea de un jefe de Estado? Pues preservar la existencia del propio Estado, es su mandato elemental. No es el Rey quién se ha movido. Es el nacionalismo, que tras jugar al equívoco en la era Pujol, destapa su naturaleza y va por todas, a lomos del descontento de la crisis, del desnorte del PSOE y de la ventaja estratégica que supone la primera generación de adultos adoctrinados en la escuela nacionalista.
Mienten, pero avanzan.
LUIS VENTOSO, ABC – 06/06/14