Para EA, la situación ideal es que no ondee ninguna bandera, porque así se respetan «todas las sensibilidades». Lo mismo podríamos hacer con la cuestión del himno, ¿no? Que no se entone. Total, fue aprobado en el Parlamento vasco pero no consensuado; acabó imponiéndose por el PNV y se escucha en todos los actos oficiales guste o no a los presentes.
Suena raro, por inhabitual, pero el Parlamento vasco acata la sentencia del Tribunal Supremo y colocará la bandera española en el exterior de su edificio. El Alto Tribunal sentenció la pasada semana que la enseña constitucional deberá ondear «de manera permanente» y en lugar destacado en el exterior de la sede parlamentaria de Vitoria. Y la Mesa de la Cámara vasca, en su conjunto, se ha limitado a decir ‘oído cocina’ porque, según reconocía la propia presidenta Izaskun Bilbao, se había agotado ya los plazos de los recursos. Así es que tendrán que poner los mástiles que nunca existieron para acatar la sentencia. Con la oposición de EA, por supuesto, que consta en acta.
Pero, a diferencia de otras ocasiones (la disolución del grupo de Batasuna, por ejemplo, que le costó la carrera política y la inhabilitación profesional a Juan Mari Atutxa por haber cometido un delito de desobediencia) sus señorías no se han entretenido en pedir contrainformes, pasarle la bola a la Junta de Portavoces, poner pegas o idear las correspondientes triquiñuelas dilatorias. Para EA, la situación ideal, y así lo explica su representante Rafa Larreina, es que no ondee ninguna bandera porque así, se respeta «todas las sensibilidades» de la sociedad vasca. Para este político nacionalista, la negación es lo que reafirma en cuestión de banderas. Es decir, que en lugar de exhibir todas las enseñas, propone una situación incolora, inodora e insípida, como si se tratara de apostar por el limbo político.
Por la misma regla de tres se podría extrapolar esta situación a la polémica cuestión del himno. Que no se entone. Total, se trata de una melodía, aprobada en el Parlamento vasco pero que no fue consensuada y acabó imponiéndose por el Partido Nacionalista Vasco y siempre se escucha en todos los actos oficiales guste o no a los presentes, ¿no?
Hace exactamente un año fue el PP el que propuso que el Gobierno vasco colocase la bandera española en todas las sedes y edificios públicos. La iniciativa se la tumbaron por goleada: los tres partidos del gobierno de Ibarretxe y EHAK. Su ponente, Carlos Urquijo, tuvo que oír todo tipo de descalificaciones por haberse atrevido a pedir que se cumpliera la Ley de Banderas, aprobada en 1981, y que se incumple con la alegría foral que nos caracteriza.
Egibar, en aquella sesión, abogó por «derogar» la mencionada ley ya que los sentimientos y símbolos «no se imponen». Eso dijo en el Parlamento de una comunidad en la que la ikurriña ondea en solitario en la mayoría de los lugares públicos. Los socialistas, entonces, se abstuvieron alegando que no se sumaban a la «estrategia de rencor» del PP. Ahora la Justicia ha dado la razón a los populares. A los socialistas les parece bien la sentencia. Y la presidenta del Parlamento vasco, que se presenta como cabeza de lista en las próximas elecciones, no quiere reproducir actitudes cerriles de otros tiempos que no condujeron a otra cosa que a la división y a tener problemas con la justicia. Una actitud muy hábil, aunque a Egibar no le guste.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 3/12/2008