Jon Juaristi-ABC
- Afganistán no se ha convertido en un nuevo Vietnam victorioso contra el imperialismo, sino en algo muy parecido a Polonia bajo los nazis
Lo único que tienen en común la situación de Vietnam del Sur en 1975 y la actual de Afganistán es la retirada del Ejército de Estados Unidos y el consiguiente fin de un protectorado tácito sobre ambos países, cuyos gobiernos mantenían la ficción de la existencia de sendos Estados nacionales. Una ficción que se desvaneció ante el anuncio de la salida de los militares americanos. Los Ejércitos sudvietnamita y afgano se apresuraron a disolverse o a capitular ante el enemigo allí donde no les dio tiempo a huir. Hubo pánico en aquella parte de la población sudvietnamita que había colaborado con los estadounidenses. Su evacuación se llevó a cabo de forma mucho más caótica que la actual de los ‘colaboradores’ afganos, que ya es decir. El mayor número de los fugitivos, como se recordará, se lanzaron al mar en barcos atestados de pasaje. Se calcula que casi dos millones de vietnamitas marcharon al exilio entre 1975 y 1995.
¿Alcanzará el exilio afgano cifras parecidas a esta? No es probable. Los exilados vietnamitas tuvieron cerca países dispuestos a acogerlos (Hong-Kong, todavía bajo administración británica; Singapur, Tailandia, Indonesia y otros con gobiernos anticomunistas). No es el caso de Afganistán, sin salida al mar y rodeado por países que recelan de los afganos en general (repúblicas exsoviéticas de Asia Central, Irán, Pakistán, y, más allá, Irak, la India, los Emiratos: a ninguno de ellos les caen simpáticos). Pero lo fundamental en 1975 era que en Vietnam había un Estado, el de Vietnam del Norte. Un Estado comunista, apoyado por la Unión Soviética, con un Ejército disciplinado y moderno (deficitario en aviación, pero con una defensa antiaérea eficacísima, como descubrieron amargamente los pilotos americanos). El Vietcong, por otra parte, no era una guerrilla nacionalista que luchara contra japoneses o franceses, como lo había sido el Vietminh entre 1941 y 1960, sino una guerrilla comunista que pretendía la unificación de Vietnam bajo el gobierno de Hanoi. Tras la retirada americana, el Vietcong creó una efímera República de Vietnam del Sur con el único objeto de facilitar la transición a una administración única.
Se podrá rechazar todo lo que se quiera el carácter dictatorial y comunista de la República de Vietnam, pero por lo menos tuvo un Estado que impidió la precipitación del país en el caos cuando los estadounidenses se marcharon. No es el caso de Afganistán, sin Estado, en manos de facciones yihadistas enemigas entre sí. Hablar de Ejército talibán es una broma. Que lo haga Biden se entiende: necesita maquillar su cobardía. Pero las bandas de asesinos que han tomado Kabul, por no hablar de los terroristas del ISIS-K, nada tienen que ver con el Vietminh o el Vietcong. Afganistán no es un país en transición, como Vietnam del Sur en 1975, sino un agujero negro, un nuevo ‘Anus Mundi’, como Polonia o Ucrania bajo el nazismo. Silencio: se mata.