KEPA AULESTIA-EL CORREO

Euskadi adolece de la falta de un diagnóstico compartido sobre sus deficiencias en educación, porque prevalece la presunción de que el sistema de enseñanza entre los vascos es más que excelente. Estamos a la cabeza en todos los rankings de esfuerzo económico, por gasto per cápita, por alumno. Sin embargo no ocurre lo mismo en los resultados PISA. El rendimiento del sistema educativo tiende a situarse bastante por debajo de la inversión consignada presupuestariamente. Castilla y León, esa comunidad ahora bajo sospecha, lleva años sacándonos ventaja a todos los demás a pesar de su dispersión poblacional.

Los vascos nos creemos más inteligentes y trabajadores, aunque los datos de absentismo laboral hayan sonrojado al propio Urkullu. Somos poseedores de un bien lingüístico sin parangón en el mundo que nos enriquece, al tiempo que su adquisición forzada por el sistema educativo nos empobrece. Es el gran tabú que evita evaluar la prestancia docente de infinidad de profesorado con dificultades para comunicarse de manera natural en euskera, y de examinar hasta qué punto la enseñanza en nuestra lengua propia coarta la transmisión de conocimientos y destrezas.

Reducida la divergencia educativa a una liza entre vasquistas y españolistas nos veremos abocados a un sistema sobrefinanciado que pierda enteros porque los más jóvenes prefieran transportarse a otros lugares. La política partidaria tiende a suponer que sus designios copan el universo educativo. No es así, afortunadamente. La transmisión sobre lo que está bien frente a lo que está mal discurre por vínculos familiares con el inestimable concurso de profesoras y profesores que aseguran sentimientos de comunidad.

La lengua propia transita por esos mismos canales, como un valor que a menudo se convierte en obstáculo para acceder a bienes superiores de conocimiento e interacción. En la Euskadi actual se hablan más de 150 idiomas. La presunción de que el euskera se convierta en lengua franca de semejante diversidad es pura quimera. Lo que importa es orientar todos los esfuerzos a alentar el disfrute matemático de los menores y a estimular su espíritu crítico y su afán por comunicarse con los demás. Acompañando cada día a quienes encuentran dificultades para verse en comunidad.

Lenguaje y matemáticas. Tampoco hace falta mucho más. Pero tampoco conviene exigirse menos para evaluar el rendimiento del sistema educativo vasco. Que el PNV, EH Bildu, PSE y Podemos firmen las bases de un pacto educativo para años puede significarlo todo y puede quedarse en nada. La educación, la enseñanza, circula afortunadamente por cauces distintos a los que marcan las siglas partidarias.