EL MUNDO 28/01/14
· Abre otra brecha en el Partido Popular al decidir no encabezar la candidatura europea
· La confrontación con un sector de las víctimas en el homenaje a Gregorio Ordóñez terminó de conformar su decisión
Jaime Mayor pasó estas últimas Navidades esperando dos cosas: el nacimiento de su segunda nieta y la llamada de Mariano Rajoy. Pero en la naturaleza de las cosas estaba esta vez que ambas llegaran con retraso. Sobre todo, en el caso del político gallego. Porque si en su mente estaba confirmar al jefe de la delegación española en la Eurocámara como cabeza de lista, lo cierto es que no había dado una sola señal. Y por esas mismas fechas, cinco años atrás, ya le había convocado a una reunión para confirmar su candidatura, aun en contra de la opinión de buena parte de su equipo.
La posibilidad, por otro lado, de que Rajoy le llamara para comunicarle que prescindía de él tampoco estaba en la naturaleza del gallego. Así que la situación era delicada. Y entre tanto, el propio Mayor daba vueltas a su propio dilema moral, entre la lealtad a la política de la dirección y del Gobierno, y la lealtad a sus propios principios. El dilema se agudizó en los últimos días. «No podía hacer campaña contra Ortega Lara», señalaban ayer fuentes próximas al eurodiputado.
La incomodidad en las relaciones entre Mayor y Rajoy no habían hecho sino crecer a lo largo de la legislatura. Aunque siempre dentro del mejor fair play, eltándem formado por los dos herederos vivos en la sucesión de Aznar –el tercero, Rodrigo Rato, murió civilmente con Bankia– nunca se recuperó del caso Bolinaga.
Hasta entonces, Génova había resuelto siempre las diferencias de diagnóstico entre el portavoz popular y el presidente del partido sobre la política antiterrorista, el desafío nacionalista y las alianzas para combatirlo –Mayor desconfía de los acuerdos con el PSOE–, sobre España en definitiva, como una muestra de pluralidad. Pero la distancia no paraba de crecer y las diferencias se habían transformado en abiertas contradicciones de discurso. Así lo corroboraban ayer fuentes de la dirección nacional, que hablaban de «discrepancias» y de enfriamiento. Sobre todo, en lo que atañe a la brecha abierta entre el PP y las víctimas.
Génova no perdonó que Mayor acudiera solo a la tensa manifestación de la AVT en la plaza de Colón en protesta por las excarcelaciones de los etarras de la doctrina Parot y que no arropara a los vicesecretarios, que fueron abucheados. Pero a la vez, y pasados los días del mes de diciembre, Mayor dejó de participar, por primera vez en su vida, en otra concentración de víctimas promovida por Denaes, mucho más beligerante con el PP. Mayor aún no había resuelto su dilema, pero una cosa era ser verso suelto, y otra, romper hostilidades contra su partido, justamente cuando más rumores había sobre una inminente fragmentación.
Por fin, según relató el PP en un comunicado, la cita tuvo lugar el 9 de enero, justo la víspera de su encierro, junto al resto de la cúpula del PP, en el Parador de Toledo. No debió parecerle oportuno al eurodiputado que se le convocara a debatir de estrategia sin haber hablado antes de lo obvio. El caso es que fue ese día cuando Mayor le dijo a Rajoy que no. ¿O sólo se le había adelantado? Porque Rajoy siguió sin decir palabra de sus intenciones. Se limitó a pedirle: «Jaime, si cambias de opinión llámame».
El caso es que todavía había vuelta atrás. De hecho, nadie de la dirección del PP lo supo. A partir de ahí, curiosamente, cada suceso de la actualidad confirmaba a Mayor en su decisión, mientras aumentaban las dudas en la cúpula del PP.
El nacimiento de Vox, para empezar, revalidó a Mayor en las quinielas de Génova. Desde los despachos su nombre empezaba a pronunciarse con más alegría. No es que los populares temieran un trasvase significativo de escaños al nuevo partido de Abascal y Ortega Lara, pero todos acariciaban la idea de que el cartel de Mayor lo neutralizara. Y esto es justo lo que quiso evitar Mayor.
Nunca pasó de hecho por su mente la posibilidad de fichar por Vox, pese a que ayer especialmente sus promotores le abrieron sus puertas. Mayor, sencillamente, tiene pensado agotar la legislatura europea y marcharse a su casa. «Jaime», decía ayer uno de sus más estrechos compañeros, «ha sido uno de los fundadores y fusionadores del centro-derecha. Jamás contribuiría a romperlo». «Pero por otro lado», resumía de manera muy expresiva, «él no quería hacer campaña contra Ortega Lara». Y es que, si duro fue para Mayor el dilema de elegir entre dos lealtades, el paso de las víctimas a la acción política acrecentó su corazón partido.
La marcha de Vidal Quadras –que se despidió de Mayor hace una semana– en nada influyó en su renuncia, pero hubo algo que sí hizo mella en lo que sus más próximos definen como su «desencanto»: el «espectáculo del cementerio de Polloe». «Para Jaime fue muy dura esa situación tan kafkiana del PP vasco y las víctimas directamente enfrentadas junto a la tumba de Gregorio Ordóñez, cuyo asesinato precipitó su propia carrera política». Nada de todo esto quiso ayer corroborar públicamente el propio Mayor Oreja. Pero sí dejó traslucir todo este camino de espinas con una sola frase autorizada: «Lo razonable es lo que ha pasado».
Tal vez habría pasado, casi con seguridad unas semanas más tarde, cuando Rajoy hubiera atado bien atado al sustituto de Mayor. Pero éste no quería afrontar la presión de la prensa a lo largo de los tres días de la Convención que se celebrará este fin de semana en Valladolid. Así que el viernes Mayor volvió a telefonear a Rajoy para confirmar su renuncia. Y Rajoy no forzó su voluntad. Sólo quiso saber por qué insistía en contarlo antes de la Convención. Pero tampoco puso pegas a evitarle la incomodidad de las elucubraciones. El domingo por la noche, la secretaria general lo llamó y ayer por la mañana lo recibió en Génova para pactar cordialmente el comunicado.