Javier Santa Cruz-Editores
El ataque torpe a Santiago Muñoz Machado perpetrado por Luis García Montero (que se considera un grande de la poesía siendo su mayor mérito compartir con Lorca Granada como ciudad de nacimiento) ha sido contestado adecuadamente por las Academias. Por suerte, aunque estas instituciones de vital trascendencia cultural e intelectual dependen mucho del dinero público, aún conservan independencia y valentía a la hora de enfrentarse a los diferentes ataques. Por desgracia, otras instituciones no han corrido la misma suerte. Han sido agredidas por el Ejecutivo, siguiendo una estrategia de okupación del Estado e incluso alcanzando sus tentáculos a agentes privados de vital importancia para la economía española.
A lo largo de estos años, el Gobierno se ha adueñado de la Fiscalía, la Abogacía del Estado, el Letrado Mayor de las Cortes Generales, el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas y una larga lista de organismos públicos y algunos privados. Los encargados de las agresiones obedecen a impulsos diferentes, aunque todos sean utilizados para conseguir el mismo objetivo: una, gente descontrolada como Leire; otra, inmorales como Conde-Pumpido que se ríe de los españoles en entrevistas periodísticas; y otros ambiciosos sin escrúpulos como García Ortiz.
Las democracias liberales se desmoronan porque no son defendidas por la mayoría. Unos porque sólo se sienten aludidos cuando les toca el turno. Otros por miedo. Los hay porque la fidelidad a unas siglas y la nostalgia les induce a no hacer nada. Y otros por ese sentimiento tan español que viene a decir «qué más da lo que haga yo, si esto no tiene remedio».
La solución es la contraria al egoísmo tribal, al pesimismo aristocrático y a la indiferencia interesada. La solución es la reivindicación conjunta de la concordia política, del respeto a las instituciones. Es la exigencia de biografías limpias, en las que no sobresalgan comportamientos inmorales o delictivos. Es el momento de que la mayoría de la sociedad conteste con energía y moderación y rechace ese mundo lleno de sectarismo, favores y personajes tan mediocres como inmorales. España debe dejar de ser el patio de Monipodio.