Tonia Etxarri, EL CORREO, 15/10/12
En la última semana de campaña, y con todas las encuestas pronosticando la victoria del PNV y una mayoría soberanista al Parlamento vasco, queda por despejar dos grandes dudas. Si el desafecto de los ciudadanos hacia los políticos, que se concreta en ese 29,2% de indecisos, puede difuminarse en el último tramo de la carrera y si los nuevos gobernantes van a ser lo suficientemente generosos como para no dirigir el País Vasco desde la soledad de un Ejecutivo minoritario con la incertidumbre que genera la búsqueda constante de apoyos para legislar. Ya lo hemos visto en los últimos meses del Gobierno de López y el mal resultado que le dio a Zapatero la improvisación permanente de acuerdos para salir del paso.
Porque las encuestas vuelven a confirmar la ecuación de la inercia electoral vasca de los últimos años. Ganaría el PNV sin la mayoría suficiente y, con la novedad, este año, de la irrupción de la izquierda abertzale como segunda fuerza marcando estrechamente la hoja de ruta nacionalista del ganador. Urkullu, que ha inventado una campaña amortiguadora y de diálogo genérico para dar una imagen más tranquilizadora que la ofrecida por Artur Mas en Cataluña, tendría que definirse si es la primera fuerza. Para lograr ese gobierno estable que preconiza no tendría otra salida que buscar un socio y ofrecer antes de su investidura un programa realizable.
La sociedad vasca, afectada por la crisis económica en un 40% de sus hogares, se enfrenta el próximo domingo a unas elecciones decisivas, porque de la composición del nuevo Gobierno vasco dependerá la forma de abordar la salida de la crisis: de la mano de Europa bajo el paraguas de España o en un Estado libre asociado. Los encuestados en general, también los de Ikerfel para EL CORREO, nos muestran sus contradicciones al dividirse entre los que apoyarían a un gobierno que impulsase la independencia directamente (17%) y los que reformarían el Estatuto para incluir el derecho a decidir (38%), que, en el fondo, es la antesala de la independencia. Pero así va la campaña. Con subterfugios y maquillajes para que nadie se asuste ante una eventual segregación de Euskadi, aunque sea para 2015.
Si casi el 80% de los encuestados cree que el próximo gobierno aprobará nuevos recortes, sí o sí, señal que dan por hecho que el timón lo dirigirá el PNV que, en el fondo, mantiene notables coincidencias, en su plan económico, con el PP. Pero habrá que ver qué margen de maniobra tienen los partidos restantes para condicionar la mayoría soberanista del próximo Parlamento. Porque, en el brochazo de los titulares pasa desapercibida una tendencia común a todos los partidos menos EH Bildu. Todos pierden. Incluso el que aparece como favorito.
Urkullu, en el mejor de los casos, perdería el mismo número de escaños que auguran al PP: 3. Lo que significa que tendrá que pactar para lograr el apoyo estable de los 38 parlamentarios necesarios. Seguido por el control de la izquierda abertzale que, además de su identificación con ETA, ya ha demostrado su incapacidad en la gestión desde la Diputación foral de Gipuzkoa. No sería asumible que el próximo gobierno tomara el timón solo, por miedo a comprometerse con una alianza estable, que eso es, justamente, lo que espera y necesita la ciudadanía.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 15/10/12