La Vanguardia 28/11/12
Florencio Domínguez
El dilema que plantea ERC a Mas puede ser también una coartada si decide priorizar la economía
La situación política creada en Catalunya tras las elecciones del pasado domingo guarda un gran paralelismo con la que se planteó en el País Vasco en el 2005. En febrero de ese año, el Congreso rechazó el plan Ibarretxe y el lehendakari respondió con unas elecciones a las que concurrió pidiendo un respaldo mayoritario para hacer frente al Estado.
Ibarretxe reclamó «un clamor» ciudadano frente al Estado y se topó con la primera señal de aviso de los votantes que, en lugar de darle la mayoría abrumadora que buscaba, hicieron perder cuatro escaños a la coalición que encabezaba el PNV, que quedó uno por debajo de la mayoría absoluta. El lehendakari no sacó ninguna lección de aquel aviso y siguió su huida hacia delante.
Las generales del 2008 se celebraron dominadas por un discurso del PNV que anunciaba la celebración de un referéndum para el mes de octubre de ese mismo año sin cobertura legal alguna. El resultado fue que los socialistas ganaron al PNV en el País Vasco tanto en votos como en escaños.
La radicalización de Ibarretxe no sólo llevó a esos tropiezos electorales, sino que le cerró las puertas del pacto con los socialistas y el PP. Y eso no es cuestión menor en un sistema electoral como el vasco -tan parecido en esto al catalán- en el que no hay mayorías absolutas y en el que la habilidad de pactar con unos o con otros había dado al PNV una centralidad política de la que había sacado buen partido. La escena final de la secuencia de la radicalidad de Ibarretxe se escribió en el 2009: ganó las elecciones, pero no tuvo socios para sumar la mayoría absoluta y permitió a PSE y PP pactar y colocar a Patxi López como primer lehendakari no nacionalista.
El PNV sí que sacó lecciones de la etapa de Ibarretxe y, tal vez por eso, ha mantenido las distancias con Artur Mas. Ahora, una vez conocidos los resultados, los nacionalistas de Iñigo Urkullu están satisfechos con la decisión tomada. Y están cómodos porque se van a evitar las presiones que tendrían ellos para radicalizarse también si Mas hubiera alcanzado sus propósitos.
Mas no sólo no ha conseguido la mayoría que buscaba, sino que su retroceso le ha complicado las opciones de pacto y con ello peligra la centralidad de CiU. Ha cerrado unas puertas, las del PP, y otras, como las de ERC, le ponen ante dilemas graves como el de cumplir sus compromisos soberanistas a costa de sacrificar las políticas económicas necesarias para salir de la crisis o a la inversa. Claro que este dilema también puede ser una coartada para Mas si decide priorizar la economía y declara que tiene que aparcar el soberanismo porque ERC hace imposible atender las dos urgencias a la vez.