• La idea de España está en manos de los más torpes y retrasados de la clase

Juan Francisco Ferrè-El Correo

Vamos a divertirnos un poco, a ver si se nos quita la cara de funeral. Está claro que no puede gustarnos lo que está pasando estos días. La política española se ha instalado con facilidad en un contexto en el que se fomenta la anomalía y se denigra la convención. Estoy seguro de que no nos aburriremos demasiado antes y después de la investidura de Pedro Sánchez, si finalmente se produce.

Analizando con frialdad los datos de la situación, me parece que el bloqueo comunicativo entre los bloques ideológicos es un síntoma alarmante. De un lado, PP y Vox representan los intereses nacionales, lo que no deja de plantearnos dudas difíciles de resolver sin mirar atrás, con o sin ira. El otro bando, en cambio, está liderado por un PSOE que antes representaba a España y ahora está en manos de los intereses de su franquicia catalana. Este hecho, más el liderazgo de Sánchez, explica la consolidación del gran bloque que acaba de cosechar su primera victoria parlamentaria.

El mapa político español da una imagen de fraccionamiento y desconexión llamativa. El diagnóstico democrático no admite posiciones neutras. Los resultados del 28-M fueron engañosos e hicieron creer que la reacción contra el Gobierno sanchista era invencible. Los resultados del 23-J fueron, sin embargo, una reacción de signo contrario con el fin de frenar el alzamiento derechista y enfocar la cuestión nacional desde la periferia. Los patriotas catalanes que transfirieron su voto al PSC actuaron con inteligencia estratégica. Sánchez se ha portado bien con la Cataluña nacionalista y esta se lo ha recompensado con creces. Aquí comienza el bucle de Sánchez. No se puede gobernar en Madrid y ser al mismo tiempo el partido líder en Cataluña, el rival electoral de Junts y Esquerra y el aliado estatal del independentismo.

El escenario es complejo y nadie sabe a ciencia cierta quién manda. Pase lo que pase, Sánchez tiene por delante la tarea política más complicada. Hacerse con el Gobierno y conservarlo el tiempo suficiente para mantener el control del partido y no perder sus apoyos en Euskadi y Cataluña en vísperas del nuevo proceso de pulso independentista que se perfila en el horizonte.

La derecha, como se ve, pinta más bien poco en este panorama. Lo triste es que la idea de España, después de todo, está en manos de los más torpes y retrasados de la clase. Para explicar la vertiginosa realidad de la España actual haría falta recurrir a los principios de la mecánica cuántica. La verdad es fragmentaria y contradictoria.