Ese mensaje del fiscal general, aparentemente compasivo con los pobres votantes que se han quedado sin poder votar por opciones independentistas que justifiquen el terrorismo, encierra un discurso más propio del nacionalismo del 98 que del socialismo renovado.
Lo peor de las medias tintas es que nadie se queda a gusto con ellas. Estos días van a pasar a la historia como la campaña de gloria del fiscal general Conde-Pumpido que, desde hace dos años, vive en un mundo de dudas en torno al ser y estar del negociado de ETA y sus aliados. Se da por sentado que nos merecemos gobiernos que no nos mientan. Pero también que tengan otras características de índole ético y moral.
De la necesidad de proteger a las víctimas de acosos y amenazas se ha hablado hasta la saciedad, pero no por pasar el rato sino como reclamación de una parte de la ciudadanía que siente, en su vida cotidiana, un achique de espacios. Los que han visto sus listas impugnadas salen a la calle, empujan y lo que es peor: intimidan, aunque en un momento de inspiración gastronómica el candidato a la reelección a la Alcaldía de Bilbao por el PNV, Iñaki Azkuna, les mande a por morcillas. Más que nada para desdramatizar. Porque los que cumplen con todas las normas del juego democrático tienen que pedir perdón por existir. Para que no se les acuse de crispadores.
Por eso, además de gobiernos que no nos mientan, nos merecemos un fiscal general que esté a la altura de las circunstancias. Que no cometa la frivolidad de poner en cuestión su propia profesionalidad como magistrado del Estado de Derecho. Porque mucho más preocupante que su comparación de la Ley de Partidos como una «especie de Guantánamo electoral» fue la expresión de sus dudas acerca de la media impugnación de las agrupaciones del entorno de Batasuna. Si no le duelen prendas en decir que quizás se ha pasado con el rechazo de muchas listas del entorno del grupo de Otegi, pero que «al final, ha colado», parece que esté delatándose él mismo de haber cometido un delito de prevaricación ¿no? Si después de haber rechazado la mitad de las candidaturas de ANV, además de las de ASB, tiene una especie de remordimiento político, consigue, además, tener a casi todo el mundo en contra. Los colectivos de víctimas y el PP, por razones obvias. Pero ese mensaje aparentemente compasivo con los pobres votantes que se han quedado sin poder votar por opciones independentistas que justifiquen el terrorismo, encierra un discurso más propio del nacionalismo del 98 que del socialismo renovado.
Pero ni por ésas aplaca a la fiera. Pernando Barrena le vuelve a poner en ridículo. Ahora, por sus dudas, le acusa de haber mantenido una actitud fascista y provocadora. Claro que la insustancialidad del ministro Bermejo diciendo que es normal que la ilegalizada Batasuna haya pedido el voto para ANV porque tenía que optar por alguna sigla, no mejora el nivel. Son errores de bulto que podrían pasar factura. Hay que tener mucha fe, y no ser un lila, para seguir creyendo en la separación de poderes y el Estado de Derecho incluso, cuando no funcionan.
Tonia Etxarri, EL DIARIO VASCO, 19/5/2007