Arcadi Espada- El ´MUndo

El equidistante pretende eliminar los perjuicios de su toma de postura política. De ahí que la equidistancia se lleve en silencio, en secreto y hasta con vergüenza y que solo una ingenuidad obscena sea capaz de identificarse con ella. Así la de la colosal Rita Maestre, portavoz podémica en el ayuntamiento de Madrid, que ayer no solo dijo que era equidistante en el Asunto, sino que además se mostró orgullosa de ello. La ocasión fue una votación propuesta por el Psoe de Carmoena en solidaridad con los alcaldes amenazados por el nacionalismo, mayoritariamente socialistas. Si le llega la hora, la portavoz Maestre comprobará que no hay término medio entre estar o no estar embarazada. Y que por tanto su actitud política no puede estar a medio camino de la defensa o la claudicación del Estado de derecho. Maestre claudica, y exhibida y orgullosa, porque así son estas inteligencias.

La equidistancia es un gran asunto español. Después del sabio Salomón, pionero de la práctica y a la vez su gran refutador, viene enseguida Jordi Pujol i Soley, que hizo arte con el animalito. Durante más de dos décadas fue construyendo una Cataluña independiente mientras le nombraban Español del Año, con virgulilla, o le daban las llaves de la irónica ciudad de Lepe. Por no hablar de su sofisticada equidistancia entre el vicio privado y la virtuosidad pública. Su más destacada alumna política es Ada Colau, que hoy alegra el final de tantos viejos psuqueros practicando aquel pujolismo de izquierdas con el que soñaron. Y exquisito equidistante ha sido siempre el socialismo catalán, desde su decisión fundacional de hacer y no hacer oposición al nacionalismo.

Uno de sus hijos más queridos, el cantante Serrat, está ahora reivindicando sobre el dulce ripio de Mediterráneo unos atorrantes derechos de propiedad moral que no hay Sgae que pueda gestionar y que solo merecen respuesta coplera y machadiana: «Tal es la gloria, Manel/de los que escriben cantares:/oír decir a la gente/que no los ha escrito nadie». La actitud de Serrat demuestra hasta qué punto le importa a la izquierda el quién dirán. Todo el mundo que canta Mediterráneo dice lo mismo. En consecuencia Serrat debería celebrar que incluso bocas ppecadoras se adhieran. Pero no: el cantante advierte contra la contaminación. A ver si vas a poner ahí tu boquita.

Una de las razones claves y terribles de que la izquierda se entienda tan bien con el nacionalismo es la superioridad del grupo. La superioridad moral y el supremacismo: la gran coalición catalana. Este es, por lo demás, el último gran rasgo hipócrita de la equidistancia: pretender que actúa en el mismo plano del segmento cuando, en realidad, levita.