En lo fundamental, Euskadi va mejor a pesar del lastre de la economía. Si el lehendakari logra sacar adelante el plan de convivencia para los centros educativos, con el consenso del PNV sin tener la sensación que se ha dejado algo importante en el camino, se habrá producido un cambio notable.
Pocos se salvan de la ‘leña’ en el balance del primer año del Gobierno de Patxi López. De la serenidad del cambio del primer Ejecutivo constitucionalista de Euskadi se viene hablando todos los días de la última semana. De la capacidad de dinamizar el diálogo social y de la deslegitimación del terrorismo. Pero de las contradicciones de quienes apoyan los Presupuestos de Zapatero en el Congreso de los Diputados y luego critican la política económica de los socialistas, todavía no está dicha la última palabra. Semejante contradicción, que con tanta soltura venía exhibiendo el PNV pactando en Madrid y criticando en Vitoria, habría podido seguir por la misma senda rutinaria, soportando la lluvia fina de las críticas discretas, si el Egibar que agita las aguas en fin de semana no se hubiese salido por los cerros de Bayona.
Ya está hecho. España es, para él, sinónimo de prohibición y negación en lo político y un lastre en lo económico. Nada nuevo en su pensamiento, pero un escándalo en su recomendación. Le ha caído tal tormenta de críticas, algunas muy cercanas, que la operación ‘desvío’ que se puso en marcha el pasado fin de semana, todavía no ha terminado. El jeltzale guipuzcoano, que calcula con precisión lo que quiere decir, ni se equivocó ni fue manipulado. Su deseo de cortar los hilos con España viene de muy lejos. Y el apoyo de su partido a la política de Zapatero le ha incomodado siempre porque no quiere ir con España ni a heredar, a pesar de que nuestra pequeña comunidad autónoma pertenece al mismo Estado que Cataluña, Valencia o Galicia, mientras un referéndum de secesión autorizado no indique lo contrario.
Pero su torpeza a la hora de aprovechar la pérdida de calificación económica de España en los mercados internacionales y las críticas generalizadas a la inacción del presidente Zapatero para salir de la crisis con la conclusión de que hay que desvincularse de la ‘marca’ de España, le ha situado en el epicentro del debate. Entre los suyos, los menos sutiles, aseguran que no dijo semejante barbaridad y que la culpa la tiene, ¡cómo no!, el mensajero. Hace años podía valer ese comodín en el juego del despiste. Que si los periodistas malentendíamos las palabras, que la frase estaba sacada de contexto… ¿Les suena? Ahora no cuela. Estamos en un mundo mediático globalizado. Cualquiera puede tener acceso, de imagen y voz, a las palabras que pronuncian en público nuestros políticos. Y todos saben muy bien qué significa la propuesta de dejar de exportar a España.
En política siempre es recomendable saber en qué tiempos se vive. Y avenirse a distinguir entre lo que se desea y lo que se tiene. Quienes admiten lo que dijo aseguran, sin despeinarse, que Egibar se ha situado «a la altura del FMI». Ahí mismo. En ese nivel, mientras el grupo en el Parlamento de Vitoria está muy preocupado por las ausencias reconocidas del lehendakari a sus clases de euskera; tanto, que le han presentado una pregunta parlamentaria.
En lo fundamental, Euskadi está más serena que hace un año. Sin debates identitarios. Sin boicoteos en el hemiciclo de Vitoria. Con ETA en el otro lado de la verja institucional. Por lo tanto, va mejor a pesar del lastre (el de la economía). Que el lehendakari tiene que liderar es una reclamación común en todos los sectores. Si logra sacar adelante el plan de convivencia para los centros educativos, con el consenso del PNV sin tener la sensación que se ha dejado algo importante en el camino, se habrá producido un cambio notable. Euskadi es una comunidad en la que muchos ideólogos y pedagogos se han dedicado a inculcar durante demasiados años dogmas de fe que han servido de asideros a futuros verdugos de sus conciudadanos.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 5/5/2010