LUIS VENTOSO – ABC – 29/07/16
· Con España amenazada, los egos siguen primando sobre el interés general.
La noche del 26 de junio se logró algo crucial: se atajó la posible llegada al poder del populismo comunista, que habría supuesto un cataclismo para las libertades y la economía. Pero el PP no leyó bien los resultados. Cierto que ganó los segundos comicios con catorce escaños más, pero en medio del subidón de aquella velada se fumaron un detalle: les faltaban 39 diputados para la mayoría absoluta.
Vendieron la piel del oso antes de cazarlo, con una euforia que en realidad no daba para gobernar, porque enfrente seguían los mismos: Sánchez y su «no es no», pero ahora en versión silente y todavía más rencorosa; y el cada vez más cansino y estéril Rivera, adorándose a sí mismo desde su cuarto puesto y decretando fetuas profilácticas contra el ganador. Ayer Rajoy decidió ir a la investidura. Pero sin un apoyo. Las cuentas no salen.
Desde aquel 26 de junio se ha producido un agravante sustancial. Los separatistas catalanes han pasado de las palabras a los hechos y esta semana han iniciado una sublevación contra la legalidad, a fin de romper España. Es gravísimo, una suerte de golpe de Estado civil, que debía haber llevado a los tres partidos constitucionalistas a aparcar sus tics sectarios y unirse en un Gobierno de unidad nacional para defendernos. Porque por mucho buenismo que espolvoreemos, la revuelta obligará a aplicar el artículo 155 de la Constitución.
Por desgracia, se dan ya todas las condiciones que describe: «Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones».
Sánchez, que empieza a hacer bueno al calamitoso Zapatero, reiteró ayer su mayúsculo e irritado «no» y hasta sugirió a Rajoy que pacte con los sediciosos de Convergència. Rivera, que no da una, llegó a abogar por regalar la presidencia a una figura de consenso y vetar a Rajoy, el ganador por libre deseo de los españoles. Es decir: despotismo ilustrado.
Los ombligos priman sobre el interés general. Por ello, y en contra de ese mantra que salmodian tertulianos, partidos y el propio Rajoy («hay que evitar las terceras elecciones»), lo mejor sería celebrarlas cuanto antes. A España no le va a pasar nada por aguardar tres meses más e intentar clarificar su situación en las urnas. Existe un Gobierno en funciones y en todos estos meses de vacío la economía ha seguido dando buenas noticias. España necesita un poder fuerte para hacer frente al durísimo envite separatista.
Pero a día de hoy, el país depende del capricho de un líder del PSOE que roza el infantilismo –y cuya franquicia catalana se manifiesta en las calles contra el TC– y de un muchacho pagado de sí mismo, Rivera, que se cree Jefferson, pero crea más charcos de los que seca. Lo mejor sería devolver la pelota a los españoles, porque la alternativa es un Gobierno de Rajoy maniatado, asaeteado por todos y de vida débil y efímera.
LUIS VENTOSO – ABC – 29/07/16