IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Nunca he entendido esa manía de los gobernantes de juzgar la bondad de su desempeño por el número de disposiciones legales, de todo tipo, que consiguen aprobar en sus respectivos órganos legislativos. Es la cantidad y no la calidad de las normas lo que les resulta motivo de orgullo y satisfacción, mientras que el resto de los partidos consideran que una producción legal escasa es síntoma de inacción y parálisis gubernamental. Es evidente que gobernar exige emitir normas, máxime cuando la realidad social y las necesidades económicas son tan cambiantes y lo que ayer era el desideratum, hoy no sirve para nada; y lo que ayer era una verdad absoluta, hoy es una mentira gruesa.

Pero de ahí a que la vara de medir sea solo la cantidad me parece un despropósito en el que incurrió ayer la vicepresidenta primera del Gobierno cuando, al contarnos lo que van a hacer a lo largo del próximo semestre, enfatizó una y otra vez que iban a emitir ¡171! normas nuevas de todas las categorías. Desde una reforma de la propia Constitución, por arriba, hasta un aluvión de humildes decretos, por abajo. ¿Derogar alguna? No, de eso no dijo nada y debería ser obligatorio.

Y luego está esa otra manía de contar los planes cien veces antes de ejecutarlos. Supongo que para que parezca que hacen más. Ayer, tras el Consejo de Ministros, la vicepresidenta primera nos volvió a hablar de la derogación de los aspectos más lesivos de la reforma laboral. Sí, eso que su compañera de pupitre, la vicepresidenta tercera, dijo que sería absurdo hacer. No pasa nada. Ya sabe que ahora todo es espectáculo. Ayer mismo la portavoz parlamentaria Adriana Lastra se quejó de que se hubieran hecho públicas las conversaciones privadas entre el presidente Sánchez y el vicepresidente segundo Pablo Iglesias (tranquilo, ya solo queda otra vicepresidenta más) al respecto de la salida del Rey emérito y de la fusión entre CaixaBank y Bankia, justo el día siguiente a que su partido filtrara las conversaciones entre el propio presidente y el líder de la oposición con respecto a la renovación de los órganos rectores de la Justicia. Todo muy bonito y edificante.

Bueno, pues yo le apuesto un café a que eso de la reforma no se hará o se quedará en poco menos que en un somero y puntual retoque de maquillaje. Lo dicen para calmar a su socio de Gobierno, que está muy alterado con sus últimos reveses y sus incesantes problemas. Pero Nadia Calviño se opondrá y lo parará como ya lo ha hecho anteriormente. No se olvide que la vicepresidenta (otra vez la tercera) es la representante in pectore de las intenciones europeas. Es decir, de los que tienen la mano cerrada sobre la hucha que guarda los dineros que esperamos. Y eso es demasiado serio para obviarlo.