IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

En la encuesta realizada por Cebek las opiniones vertidas por los empresarios consultados confirman lo que ya sospechábamos: la situación mejora, al haber recuperado cierta parte de la actividad perdida en la primera ola de la pandemia, pero dista mucho de haber alcanzado una normalidad ‘normal’. Tan solo un 54% de las empresas han recuperado ya un nivel superior al 80% en la utilización de su capacidad productiva. El resto, ni eso siquiera. Tras lo visto en marzo y abril, un 80% de actividad puede parecer satisfactorio pero, en realidad, es poquísimo. En años normales, un 20% de caída sería considerado poco menos que una catástrofe. Porque lo es. La situación por sectores tampoco depara sorpresas. Todos los relacionados con el turismo, la hostelería, están sufriendo las peores consecuencias derivadas de las restricciones. Y la falta de oxígeno empuja hacia la asfixia a muchas pequeñas empresas diseminadas por todos los pueblos y ciudades. La aeronáutica y, en menor medida, la automoción vendrían a continuación en la lista de principales damnificados.

Por eso no extraña otro elemento de la encuesta que pone los pelos de punta. El 56% de las empresas prevén un ajuste de su plantilla, frente al 19% que decían lo mismo en la encuesta anterior. Además, dos tercios de los encuestados prevén mantener o reducir los salarios y un tercio aumentarlos. Si el empleo es la principal preocupación del momento, esa respuesta no permite abrigar grandes esperanzas sobre su evolución futura, una vez que los ERTE se terminen y pasen los seis meses de prohibición de despedir.

Hay dos frases dichas por Iñaki Garciñuno, presidente de Cebek, que merecen atención especial. Una, asegura que la crisis puede mutar de la misma manera que lo ha hecho el virus causante de nuestros pesares. De ser así, las empresas corren peligro de pasar de sufrir una crisis de liquidez a padecer una de solvencia. En efecto, las ayudas concedidas, en especial los créditos ICO, han proporcionado el dinero que la demanda huida retiraba. Pero ahora llega el momento de devolverlas, y ya vemos que la demanda sigue remisa y se niega a reaparecer en la medida necesaria.

La otra es más ‘interesada’, pero igualmente oportuna en estos momentos. Trata de los impuestos y dijo que necesitamos una «fiscalidad competitiva». En realidad todo tiene que ser competitivo en este mundo cruel, pero la Administración en general se resiste a admitir el concepto como vara de medir su actuación. Lo entiendo perfectamente, compararse siempre es una lata. Lo malo es que a la mayoría nos obligan a hacerlo. Cada día. Todos los días.