Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Ahora justo hace ocho meses empezamos el año sumidos en la incertidumbre. Había temor a los precios y miedo a los tipos. En nuestro caso la incertidumbre superaba a lo económico y abarcaba a lo político con unas elecciones municipales anunciadas y unas generales previstas. Desde entonces pocas dudas se han despejado, algunas se han reforzado y otras han crecido. El panorama político dejó un triunfo de la oposición en las municipales y un panorama complejo y sombrío en las generales. Ahora, tras su celebración, la duda no son ya los resultados en el Congreso, sino las opciones de formar gobierno entre un PP de Núñez Feijóo que no llega y un PSOE que para llegar necesita más apoyos que un ‘casteller’ de diez pisos de altura a fin de sostener en su cumbre, en el ‘Pom de Dalt’, al ‘Enxaneta’ Pedro Sánchez. A ver lo que dura ahí arriba…
Los precios, ayudados por el efecto comparación, han descendido desde las alturas exageradas registradas a principios de año hasta aterrizar (?) en las alturas excesivas del verano. El BCE se asustó con la deriva e inició una subida de tipos que ha puesto el dinero tan caro como el aceite de oliva, lo cual dificulta el gasto, contrae el consumo y ahuyenta a la inversión. Total, que el crecimiento se resiente en toda Europa y apunta a una congelación en el mejor de los casos y a una recesión en el peor. Y para mayor zozobra el parón de la actividad no ha sido suficiente para contener los precios, que si bien más moderados, mantienen niveles que dificultan el cambio de orientación de la política monetaria. Unos opinan que la inflación es debida en mayor medida a la subida de los costes que al exceso de demanda, lo que de ser cierto, y puede que lo sea, invalida la medicina al tener que luchar contra una bacteria resistente al antibiótico. Otros aducen que son los gobiernos, a través del dinero que inyectan al sistema con sus incontables e ingentes planes de ayuda social, quienes esterilizan el efecto de los tipos al mantener demasiado dinero en los bolsillos de los ciudadanos.
Visto así, ¿qué va a pasar con los precios de la energía? ¿Van a suspender los gobiernos sus planes de ayuda social? Contestar a lo primero excede mucho de mis escasas luces. Vean lo que ha pasado este año. Los carburantes se contuvieron al principio de manera apreciable y la electricidad, a su bola, pero en modo ‘moderado’. Pero ahora, con el aumento del consumo, en plenas vacaciones, los carburantes aparecen como los responsables de la resistencia de los precios y su desesperanzador repunte.
Lo que sí me atrevo a decirle es que los gobiernos van a seguir regando dinero. En España, por ejemplo, han pasado las elecciones y se podría decir que ‘políticamente’ hablando las ayudas no son tan necesarias, pero gobierne quien gobierne –usted y yo ya sabemos quien va a gobernar–, no querrá pasar a la historia como ‘el gran recortador’. Mejor será ir a Bruselas con el ‘tumbao’ que tienen los guapos al caminar (gracias Rubén, maestro), mostrar la mejor de las sonrisas, pedir árnica en el gasto y posponer el cuidado del déficit hasta… que las cosas mejoren. Que es un compromiso pospuesto y exigible en un futuro indeterminado.
En Alemania van por delante en esta crisis y su gobierno tricolor –socialdemócratas, verdes y liberales–, acaba de aprobar un plan de ‘alivio fiscal’ para las empresas por un monto de 32.000 millones de euros. Están convencidos de que es mejor reducir la carga fiscal de pymes y autónomos que incrementarla. Una tesis que aquí no compartimos. Aquí nos dedicamos a implementar planes de ‘alivio penal’ para los investigados y/o condenados por el ‘referéndum fake’. Maneras de ver las cosas…