MIQUEL ESCUDERO-EL IMPARCIAL
Martes 01 de febrero de 2022, 19:5
A los tres años de volver a Europa, publicó ‘Siete cuentos góticos’ y en 1937, otros tres años después, ‘Memorias de África’. Este libro le dio celebridad y en 1985, veintitrés años después de que ella muriese, fue llevado al cine con enorme éxito. Resulta irónico que dijera en 1940 que, a pesar de ser el cine un inteligente y potente instrumento de propaganda, era una lástima que el cine no le interesase apenas nada. Y añadió: “es que la fotografía no me gusta en absoluto, pues no veo las cosas como las ve la cámara fotográfica”.
Según Isak Dinesen, todos sentimos en el corazón la inherente riqueza y extrañeza de la propia vida. Lejos, como de costumbre, de una reseña convencional de libro, voy a hablar a partir de él. Así, me he fijado en unas charlas radiofónicas que dio en 1951, cuando tenía 66 años de edad. En aquellas veladas invernales, sus invitados le producían alegría y le estimulaban a satisfacer la vieja ambición de Louise Daguerre, pionero de la fotografía e inventor del diorama: “reproducir las cosas tal y como realmente eran”.
Esta última pregunta consiste en una trampa, falta el umbral de lo relativo. Sustituyámosla por una disposición amable, la de reconocer como iguales a los demás y no discriminar de forma superflua e innecesaria. Asumir, en todo caso, el papel de primus inter pares, primeros entre iguales. En el Quijote se puede leer: Que tanta alma tengo yo como otro, y tanto cuerpo como el que más. Hondo, razonable y liberal modo de sentir al otro, a quien no soy yo; “yo soy importante, pero tú también”.
¿Si se ampliase el deseo de igualdad a cosas como la belleza, la inteligencia o el talento, habría que sentirse culpable por ser más guapo, inteligente o hábil que otros? Ciertamente sería disparatado. Lo que importa es la actitud de respeto y atención a los demás, conciencia de unas cualidades (siempre relativas) y ausencia de narcisismo y petulancia. Por otro lado, como dice la propia Isak Dinesen: “No todo el mundo puede sobresalir, y es inconcebible que cualquiera pueda impresionar al resto”.