Jaime Bordel-El Español
  • Después de haberse hecho un hueco en los salones de poder de Bruselas, Meloni tiene mucho que perder si vuelve a ser enviada al ostracismo por pactar con Le Pen.

En ciencia política la figura del kingmaker se refiere a aquel actor político que sin ser mayoritario en las instituciones tiene la capacidad de elegir quien será el próximo jefe de gobierno. Una posición que tradicionalmente ha correspondido a los partidos liberales o de centro, pero que en esta Europa anómala que parece girar inexorablemente hacia la derecha, podría ocupar una figura de la derecha radical: la actual primera ministra italiana Giorgia Meloni.

Meloni tendrá un rol clave en esta legislatura desde el día 1, y es que su apoyo podría ser fundamental en la reelección de la actual presidenta de la Comisión Europea, la dirigente del Partido Popular Europeo (PPE) Ursula von der Leyen. La alemana ya obtuvo una ajustada mayoría en la anterior legislatura, y este 2024 con el retroceso de liberales, socialdemócratas y verdes podría necesitar de algunos votos de la ultraderecha para repetir en el cargo.

El PPE, consciente de esta situación, lleva tiempo cortejando a Meloni, que se ha convertido en el puente que une a los populares con la derecha radical europea. Sin embargo, no es el único pretendiente que le ha salido a la líder de Fratelli d’Italia y actual presidenta del grupo Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), que también ha recibido los cantos de sirena de Marine Le Pen.

En una entrevista en el diario italiano Il Corriere della Sera, la dirigente de Reagrupamiento Nacional (el antiguo Frente Nacional), lanzó a Meloni una oferta para esta legislatura: formar un grupo unitario de la derecha radical que podría superar en escaños al grupo socialdemócrata.

Los gestos de Le Pen hacia Meloni han sido múltiples, desde plantear esta alianza en el diario conservador más leído en Italia, hasta expulsar a Alternativa por Alemania (AfD) del grupo parlamentario Identidad y Democracia (ID) actualmente liderado por RN y la Liga de Salvini. Los alemanes son uno de los socios de la familia ultraderechista más incómodos para el PPE, por lo que su expulsión eliminaría un escollo importante para una potencial alianza.

Le Pen ha definido el actual momento como oportunidad histórica. Si los dos grupos de la ultraderecha, ECR e ID, unen fuerzas podrían llegar a superar a los socialdemócratas y lanzar un fuerte mensaje al PPE: no se puede gobernar la Unión excluyendo a la segunda fuerza de la cámara europea.

Esta tesis no la apoyan únicamente los partidos que integran ID, sino que algunos socios de ECR como Vox también son favorables y en las últimas semanas han tratado de hacer de pegamento entre las dos familias de la derecha radical.

Meloni hasta el momento se ha mantenido cauta y no ha mostrado especial entusiasmo por la unión. Pero ¿por qué desaprovechar esta oportunidad histórica de convertir a la ultraderecha en la segunda fuerza del Parlamento Europeo?

Hay tres motivos fundamentales que explican los recelos de la líder de Fratelli d’Italia (FdI).

El primero es que en un grupo unitario –o cuasi unitario si algún partido como AfD queda fuera- Meloni perdería el liderazgo incontestado del que goza en el actual grupo de Conservadores y Reformistas Europeos donde, si se cumplen las previsiones, FdI será el partido con más escaños.

Con los polacos de Ley y Justicia (PiS) fuera del gobierno y con menos escaños en el Parlamento Europeo, Meloni sería la gran líder de un espacio del que además ostenta la Presidencia. Sin embargo, en el caso de formar un gran grupo, este liderazgo lo compartiría inevitablemente con el partido de Le Pen, que muy probablemente obtendrá más eurodiputados al repartirse más escaños en territorio francés que italiano.

En vez de un liderazgo sólido e incontestable, el potencial nuevo grupo de la ultraderecha europea contaría con una dirección bicéfala, en el que Fratelli d’Italia y Reagrupación Nacional se disputarían quien ejerce el rol dirigente del espacio.

«Una alianza entre Meloni y Le Pen pondría en aprietos a los populares que aseguran que no es homologable a otros partidos de la extrema derecha»

El segundo motivo es que Meloni podría perder su rol de interlocutor privilegiado con el PPE. Su posición actual como presidenta de ECR y primera ministra de Italia le permite ejercer de bisagra entre el PPE y la extrema derecha.

Por un lado, es sin duda alguna la líder más poderosa de toda la derecha radical europea debido a su influencia como líder de un grupo parlamentario y primera ministra de la tercera economía de la UE. Ganarse el apoyo de Meloni hoy en día significa no sólo el de los más de 20 diputados que su partido obtendrá en el Parlamento, sino un voto en órganos clave como el Consejo Europeo o el Consejo de la Unión Europea.

Y por otro lado, dentro de todos los partidos de la derecha radical, Meloni es quien más puede permitirse acercamientos al PPE aunque ello le implique renunciar a políticas de máximos. La carta de la responsabilidad de gobierno ha permitido de momento a la líder italiana no sufrir el desgaste de pactar con los populares. Un ejemplo de ello fue el Pacto de Migración y Asilo, que Fratelli d’Italia apoyó, a diferencia de muchos de sus socios ultraderechistas que lo consideraron insuficiente.

Estos dos puntos hacen que Meloni sea quien tiene mayor capacidad de tender puentes entre el PPE y la ultraderecha. Es quien tiene una posición más cotizada para los populares y quien más se puede permitir ciertas renuncias a cambio de mayor influencia a nivel internacional. Dos puntos que no son nada fáciles de conciliar.

El pacto con Marine Le Pen podría poner en riesgo este rol privilegiado con el que cuenta Meloni. La dirigente de FdI seguiría siendo influyente como primera ministra de Italia, pero se encontraría en un grupo parlamentario que ya no domina y en el que podría haber discrepancias importantes sobre la estrategia a la hora de relacionarse con el PPE.

Además, su convivencia con figuras poco deseables para el establishment europeo como la propia Le Pen rompería el relato que el PPE lleva meses tratando de vender para justificar sus pactos con ECR. El de una extrema derecha buena, atlantista y proeuropea, y el de una extrema derecha mala, putinista y más alejada de los consensos de la Unión.

La hipotética alianza entre Meloni y Le Pen pondría en aprietos a quienes desde el grupo conservador aseguran que «Meloni no es homologable a otros partidos de la extrema derecha europea», como señaló hace unas semanas Alberto Núñez Feijóo.

«La presencia de Le Pen en el grupo de Meloni podría hacerle perder la imagen de líder responsable que lleva meses cultivando»

El tercer motivo que dificulta esta opción es que Meloni pondría en riesgo la imagen de coherencia que se ha convertido en uno de los pilares de su liderazgo. Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) es un grupo con casi dos décadas de historia que cuenta con una serie de principios muy claros e inamovibles. La defensa de la economía de mercado, el atlantismo y la reforma en clave soberanista de la UE sin plantear una salida, han sido las grandes líneas que ha defendido este grupo desde que los Tories británicos lo formaran en 2009 junto con los polacos de Ley y Justicia.

La trayectoria del otro grupo de derecha radical europea, hoy llamado Identidad y Democracia (ID) ha sido sin embargo mucho más errática y cambiante. Los cambios de nombre y de miembros son un reflejo de la volatilidad de principios de muchos de sus miembros que han pasado de apoyar la salida de la UE y ser cercanos a Rusia, a presentarse como reformistas europeos y condenar al régimen de Putin.

Estas cuestiones no son menores, y aunque las simpatías putinistas y los referendos de salida de la UE hayan salido de los argumentarios de la mayoría de partidos, su presencia en el grupo de Meloni añadiría discusiones e incertidumbre en muchas votaciones. Algo que podría de este modo salpicar a Meloni, que correría el riesgo de perder la imagen de líder responsable que lleva meses cultivando. Después de hacerse un hueco en los salones de poder de Bruselas, la primera ministra italiana tiene mucho que perder si vuelve a ser enviada al ostracismo.

Las próximas semanas se jugará una partida que irá más allá del 9-J. Aquí Meloni deberá elegir si sigue siendo la queenmaker en solitario de la legislatura, o si apuesta por una bicefalia con los franceses de Reagrupación Nacional en un macrogrupo parlamentario que podría ser el segundo de la cámara. De ello dependerá no solo el futuro de la derecha radical, sino el de todos los europeos.

*** Jaime Bordel es politólogo y coautor del libro Salvini & Meloni: hijos de la misma rabia.