Miquel Escudero-El Correo

Se cumplen este mes de marzo cuarenta años del nombramiento de Mijaíl Gorbachov como secretario general del PCUS. Tenía 54 años de edad y era abogado. No tardó en efectuar cambios en los altos cargos y en proponer reformas para abrir la inexistente vida social y sanear la administración y la economía. Su proyecto tenía dos lemas: ‘glásnost’ (franqueza y transparencia) y ‘perestroika’ (reestructuración); siendo gran motor de regeneración, el primero produjo un contagio formidable.

A los dos meses puso en marcha una campaña contra el alcoholismo que duró dos años (la ‘ley seca’ en EE UU, iniciada en 1920, duró casi trece años). Se trataba de una plaga secular que afectaba a casi todas las familias. Pero Gorbachov se ganó la antipatía general de los rusos, porque esas medidas (por las que el Estado dejó de ingresar mucho dinero) las sufrieron en especial quienes bebían de forma moderada. Estaba prohibido servir alcohol en los banquetes y se destruyeron viñas a mansalva, pero quien quería emborracharse lo siguió haciendo. Tanto dio que se lograra un notable descenso de la mortalidad, esas severas restricciones le ocasionaron una insuperable impopularidad, que contrastaba con la admiración que su figura merecía en Occidente.

Gracias a su decisión liberadora, en la URSS se instaló una libertad de expresión insólita. Ya no ibas a la cárcel por nada de lo que dijeras y la gente trató de resarcirse de los largos años de censura y feroz represión. No obstante, el responsable de aquel sensacional cambio no recibió gratitud, sino desdén y fue tachado de débil y pusilánime. Pero al dejar el Gobierno se fue a casa sin un solo rublo de más.