MIQUEL ESCUDERO-EL CORREO

  • Los intelectuales ‘periféricos’ son la mejor esperanza de una sociedad; no son espectadores del mundo cultural, lo sostienen

Apenas tendría veinte años cuando recorrió de arriba abajo Irán con un par de amigos, un año antes de que estallase la revolución de los ayatolás. El periodista barcelonés Sergio Vila-Sanjuán tiene hoy una autoridad indiscutible en el mundo de la cultura, la ha ganado a pulso con su saber y su actividad incesante. No solo guía y preceptúa desde su suplemento ‘Cultura/s’, sino que es autor de obras de teatro y de novelas, una de las cuales obtuvo el premio Nadal. Tras publicar más de 2.000 artículos y reportajes, se ha preguntado por el hilo conductor de su trabajo periodístico. Como persona inteligente que es, se cuestiona qué quedará de su labor.

Es notabilísimo su interés por el arte. Ha escrito sobre pintores como Rocksell Kent, Joan Ponç o Andrew Wyeth (de quien ha dicho que supo trabajar a contracorriente). O el hiperrealista suizo Rudolf Häsler, que se instaló en España y de quien afirma que algún día recibirá el merecido reconocimiento general. Del pintor griego Yannis Tsarouchis destaca su contagiosa alegría de vivir. Se hace eco de Enrique Santana, el pintor de Chicago nacido en Lepe. Y recuerda a Remedios Varo, pintora surrealista fallecida hace 60 años, que nació en Anglès, donde su padre, un ingeniero hidráulico andaluz, trabajó un tiempo en un salto de agua para el río Ter.

Asimismo, Sergio Vila-Sanjuán ha promovido a artistas como el famoso Miquel Barceló o como Josep Cisquella, que tuvo proyección internacional con exposiciones anuales en Nueva York y San Francisco, y que produjo decenas de cuadros con sombras de sillas, lámparas o plantas proyectándose contra paredes de interior; y de bicicletas o escaleras portátiles sobre muros de la calle.

En la labor de hacer accesibles a distintos autores, tanto de arte como de literatura, ha escrito perfiles personales y señalado lo que ha aprendido de ellos. Desde compañeros de profesión, como Antón Castro, a quien considera uno de los tipos más interesantes de la cultura española actual, hasta Milan Kundera, a quien hizo una insólita entrevista; o Margaret Atwood, quien de joven dijo: «No quiero ser una autora popular de éxito, sino una buena escritora». Desde el periodista argentino Jorge Fernández Díaz (nada que ver con el exministro), hostigado por el poder a causa de sus investigaciones y autor de la novela ‘La logia de Cádiz’, hasta García Márquez, con quien cenó en casa de Carmen Balcells; o Vargas Llosa, su gran mito de adolescencia, que ha dado nombre a su último libro de retratos: ‘Mario Vargas Llosa sube al escenario’.

Sergio Vila-Sanjuán ha ganado a pulso su autoridad en el mundo de la cultura con su actividad incesante

Tres veces se vio con el emblemático periodista Tom Wolfe, y llegó a conocer bien a Noah Gordon, el autor de ‘El médico’, que echaba de menos el placer de su trabajo de periodista. En este inacabable desfile de escritores, no falta Hervé Le Tellier, un matemático cuyas novelas siguen la tradición de ‘bestsellers’ que dan narración a una propuesta científica polémica. O la escritora parisina Lila Azam, de padres iraníes. O Joumana Haddad, libanesa de familia cristiana, que se niega a consentir ser intimidada. O Laura Freixas, honrada y valiente escritora. Personas siempre interesantes.

Siendo el mismo de siempre, Vila-Sanjuán puede cenar con el premio Nobel Ishiguro y comer con Susan Sontag («de esas personas que miran a los ojos con intensidad y te clavan en el asiento. Sin duda una mujer imponente»), como apostar por el escritor ovetense José Avello, autor de la novela ‘Jugadores de billar’, que le embelesó y por cuya publicación pugnó. Destacar a Xavier Prat como «la persona con más talento natural que conocí en mis años de juventud». O ensalzar la figura del escritor de humor P. G. Wodehouse, con millones de ejemplares vendidos, pero con la mancha de que, tras ser detenido en Francia y confinado en un campo de prisioneros nazi, aceptó radiar espacios humorísticos desde el Berlín nazi. Exonerado por razón de ‘ingenuidad’, según un generoso dictamen, se trasladó de inmediato a Estados Unidos.

Este gurú cultural sabe que los intelectuales ‘periféricos’ son la mejor esperanza de una sociedad: profesionalmente situados, pero sin relieve social como intelectuales, no son meros espectadores del mundo cultural, sino que lo sostienen. No necesitan sentirse idénticos a los demás, ni decir lo que todo el mundo. Fuera del ruido dominante, hay mucho que esperar y que dar. Daré dos ejemplos:

Manuel Maristany, un escritor tardío, confeccionó una novela de mil páginas, que tuvo más de cien mil ejemplares vendidos. Y Montse Serrano, la librera de la barcelonesa calle de Buenos Aires, inspira con calidez un magnífico e impagable ambiente de cultura.

Es básico saber que, por encima del texto, el sistema literario lo es todo. Con un cambio de clima estético e ideológico, una obra puede obtener un eco y relieve decisivos, también con otras circunstancias inesperadas.