Miquel Escudero-El Imparcial
Al acabar el mes de septiembre de 1982, hace cuarenta años, diez cabecillas de ETA político-militar comunicaron a cara descubierta su disolución. Fue el fruto de las negociaciones que, dos años antes, Adolfo Suárez encargó a Juan José Rosón, quien encontró en Mario Onaindia un inmejorable interlocutor con el que compartir rigor mental en los planteamientos y confianza.
No hacía nueve meses que había sido asesinado Carrero (y, con él, también José Luis Pérez Mogena y Juan Antonio Bueno Fernández, chófer y escolta, respectivamente), cuando se perpetró la matanza de la Cafetería Rolando, con doce muertos y más de setenta heridos. Fue obra de ETA V Asamblea, que no la reivindicó y que incluso se la endosó a la extrema derecha. Lo cierto es que aquella barbarie motivó que al mes siguiente la banda terrorista se escindiera en dos: ETA militar y ETA político-militar. Fue en 1974.
Hagamos cuentas y sepamos que el 95 por ciento de los crímenes etarras fueron cometidos en democracia; no eran antifranquistas. La ETA que se disolvió hace ahora cuarenta años no fue una ETA blanda ni ‘buena’, aunque muchos la percibieran así. Parece ser que Arzalluz, corazón de piedra, maniobró en 1982 para que ETA-pm no abandonara la lucha armada. Se produjo entonces una nueva escisión: quienes se negaron a dejar de matar pasaron a ser ETA-pm VIII Asamblea y, de uno en uno, acabarían entrando en ETA militar, que –como ha señalado el coronel Luis Sordo-, bajo la doctrina de la metralleta, se permitió autoproclamarse la única defensora de los derechos y libertades de los vascos. Era la apoteosis de los dementes que años después serían derrotados.
El reguero de dolor que estas bandas han dejado es inversamente proporcional al logro de los objetivos que proclamaban; otra cosa es que el acoso y la intimidación ejercidos sobre los no nacionalistas haya servido para el avance de un proyecto político y el acorralamiento de los discrepantes, lo que aún sucede.
Al conglomerado etarra no le era suficiente con matar y romper vidas: maltrató cuanto pudo, enfermizamente. Algunos de los insultos que empleaban, como ‘txakurra’ (perro) o ‘txerrimutur’ (morros de cerdo), evidencian su propia bestialización. Pobres perros y cerdos.
La editorial Tecnos viene publicando excelentes libros sobre esa pesadilla que tanto ha afectado a la ciudadanía española. Héroes de la retirada, el último, está coordinado por Gaizka Fernández Soldevilla y Sara Hidalgo García de Orellán. Analiza con rigor su realidad y rinde homenaje a la memoria de las víctimas de los etarras. Plantea el daño que debe repararse y el impacto del daño que sigue sin reparar.
A la amnistía de 1977 le sucedería cinco años después otra, encubierta y aplicada a la ETA-pm que se batía en retirada, sin tener que reconocer el daño ocasionado a tantos seres humanos con nombres y apellidos. En su informe sobre el período 1970-1989, Global Terrorism Database -la base de datos del terrorismo global mantenida por la universidad estadounidense de Maryland- recoge 73.860 asesinatos por actos terroristas en todo el planeta; de ellos, 4.774 ocurrieron en Europa. Los países europeos con más víctimas mortales: Gran Bretaña (2.571), España (835) e Italia (387).
Daré dos ejemplos, de lo que no llegó a pasar y de lo que pasó: Al dirigente centrista Chus Viana, amigo personal de Suárez, le intentaron cortar el paso cuando salía de Vitoria para tomar la autopista a Bilbao, se salvó porque cogió otro camino. El industrial Javier de Ybarra, alcalde de Bilbao durante el franquismo, tuvo menos suerte. Fue secuestrado por un comando y se exigió un rescate equivalente a unos 45 millones de euros que su familia no pudo reunir. Apareció muerto con un disparo en la cabeza, tapados los ojos y con las manos atadas a la espalda. “Había perdido 20 kilos y, de acuerdo con la autopsia, tenía las paredes del estómago casi pegadas, lo que revelaba que no había sido alimentado. Los forenses encontraron restos de hierba que habría ingerido para sobrevivir”, explica María Jiménez Ramos.
Si no ando equivocado en las cifras, entre octubre de 1983 y febrero de 1986, el GAL ocasionó, secuestros aparte, 25 muertos y 24 heridos. Y, en su última actuación, en julio de 1987, mataron a un desertor del Servicio Militar que nada tenía que ver con ETA Juan Carlos García Goena; otro nuevo y trágico error de aquella banda terrorista financiada por el Ministerio del Interior. Todos están incluidos en el primer memorial online que se ha hecho en España sobre el terrorismo, el Mapa del Terror de COVITE: mapadelterror.com
Los nacionalistas heterodoxos de Euskadiko Ezkerra (EE), que habían estado muy próximos a ETA-pm, no consiguieron consolidar un espacio político propio y la mayoría confluyó en el PSOE.