Irene Villa-La Razón
- El primer Congreso Internacional de Víctimas del terrorismo mostró la visibilidad, el cariño y el respaldo a víctimas de todo el mundo
El primer Congreso Internacional de Víctimas del terrorismo, iniciativa de la Comunidad de Madrid con el apoyo de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, mostró la visibilidad, el cariño y el respaldo a víctimas de todo el mundo que siempre agradecemos.
Escuchamos casos escalofriantes como el de Philippe que perdió a su hermana en los atentados de Bruselas de 2016, Eulogio perdió a su hijo el 11-M y tantas víctimas de ETA.
El coronel de la Guardia Civil, Diego Pérez de los Cobos, desmitificó al etarra, supuestamente heroico por esa idea romántica de liberación y valentía, y los puso en su lugar: «Ni eran intelectualmente sólidos, ni héroes, ni existía ápice de moralidad. Eran asesinos miserables, lo que facilitó su propia derrota».
Personalmente el testimonio que me llegó al alma, quizá porque soy madre de tres hijos, con edades similares a las que tenían los hijos del matrimonio Jimenez-Becerrill cuando fue asesinado a tiros en su aniversario, el día Mundial de la Paz, fue el de su hijo Alberto. Tenía 7 años cuando quedó huérfano y contó que recibió tanto amor y tanto cariño de parte de su familia, que no notó aquella terrorífica ausencia y el vacío que sí sintió España entera sin conocerles. Efectivamente la mente borra todo lo que genera tanto sufrimiento, pero se me encoge el corazón al saber que no tiene recuerdos de sus padres.
También fue muy emocionante la intervención de Joaquín Echeverría, padre del «héroe del monopatín». Habló desde el corazón demostrando que es puro amor. Asume que su hijo estaba predestinado porque siempre defendía al más débil y todos temían aquel desenlace. Piel de gallina. Terrorífico. Pero como él reivindica: que la muerte de su hijo sea útil.
Porque no se puede borrar la memoria de tantas personas asesinadas o malogradas y la dignidad de todos los que nos habéis acompañado en nuestra recuperación porque víctimas de terrorismo, en definitiva, somos todos.