PEDRO CHACÓN-El Correo

  • Ojalá el centro inaugurado en Vitoria mantenga vivo el recuerdo de la pesadilla y la desolación padecidas por culpa de E

A propósito de la reciente inauguración (¡por fin!) del Memorial de víctimas del terrorismo en Vitoria-Gasteiz, impresionan mucho las voces que reprochan a la nueva institución demasiada fijación con ETA y olvido de otras expresiones de violencia. Lo cual demuestra que el grado de permisividad o comprensión hacia la lacra que hemos padecido aquí sigue siendo elevadísimo para lo que debiera, en una sociedad como la nuestra, que se quiere puntera en políticas sociales. Que el propio Memorial ya parta de la idea de que va a resultar incómodo no es sino reconocer que nuestra salud democrática es todavía muy deficiente.

El nuevo centro se ha cuidado mucho en presentarse como una especie de estudio museístico y documental de lo que es el terrorismo en todas sus formas, una fusión de terrorismos y de víctimas, apta para elaborar tesis doctorales y mesas redondas, pero donde la causa de las mayores desgracias y el condicionante mayor de nuestras vidas, esto es, el terrorismo de ETA, se contextualiza y se intelectualiza hasta extremos no diré que obscenos pero sí un punto vergonzantes. Y, si no, cómo se explica la modificación del título previsto como ‘Centro Nacional para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo’, donde lo de ‘Nacional para la Memoria’ se sustituye por ‘Memorial’ -«calco desaconsejable del inglés», según el Diccionario panhispánico de dudas de la RAE-, o que, en la propia ley de 2011, base legal del Memorial, no se nombre ni una sola vez a ETA ni en su preámbulo ni en todo su articulado.

Si ETA se disolvió porque, como ella misma dijo, había llegado a la conclusión de que aquella forma de lucha era contraproducente para obtener los mismos objetivos de otra manera, pero no porque estuviera mal lo que hicieron. Y si su relato es el de los dos bandos enfrentados, ¿por qué, desde que ETA desapareció, el otro supuesto bando de aquella supuesta guerra no ha vuelto a aparecer ni por casualidad en forma de abusos policiales, torturas, detenciones ilegales y todo ese argumentario de los dos bandos en conflicto? ¿Por qué cuando desaparece ETA se acaban a la vez todas las violencias?

Pues porque ETA ha sido en realidad la causante única de toda la desolación padecida en el País Vasco durante toda nuestra vida, la real, la nuestra, no la de nuestros abuelos. Por su culpa hubo hasta un golpe de Estado en 1981. Su actividad condicionó todo el proceso de construcción del Estado de las autonomías, en particular el traspaso acelerado de competencias al País Vasco, como forma de saciar a la bestia. La actuación de su brazo político convirtió la política vasca en terreno conquistado para el nacionalismo en todas sus formas, con la opinión pública amordazada, con las calles atemorizadas, con los pueblos pequeños monopolizados por esa doctrina, con la juventud envalentonada siempre en una misma dirección, con la bandera de España desaparecida, con las víctimas de su delirio obligadas a salir por la puerta de atrás, sin sed de venganza ni de revancha (¡qué modélico comportamiento cívico y qué poca compensación por ello en los resultados electorales!).

La Universidad vasca y los institutos de Bachillerato eran campo abonado para el nacionalismo, donde sus agentes más activos dentro del alumnado y del profesorado controlaban las zonas comunes, los seminarios y hasta las aulas desde dentro. ETA pervirtió el euskera, lo convirtió en un fetiche patriótico, al proporcionar a quien quería aprenderlo el salvoconducto más seguro para no ser señalado. Quien hacía algún gesto en contra de esa dictadura oficiosa, empezaba con las paranoias, mirando para atrás por si alguien le seguía. Los periodistas sentían temor difuso después de publicar algo ligeramente sospechoso de antinacionalista. El terror impregnaba el ambiente social y la única salida era marcharse lejos. Las vacaciones estivales en otras partes de España se tomaban como una verdadera liberación, un escape de ese infierno de pensamiento único. Porque en el trabajo no podíamos comentar nada en contra por si alguien nos oía y se chivaba. Hasta los ertzainas no podían decir que eran ertzainas ante desconocidos.

Y esto pasaba en un Estado social y democrático de Derecho, con una Constitución desde 1978 a la que ETA atacaba sin piedad en las personas que mejor la podían representar, con el único propósito de acabar con nuestra convivencia democrática. La estrella del Memorial parece que va a ser una reproducción del zulo de José Antonio Ortega Lara. Pero, ¿no les dice nada que este señor acabara fundando Vox y que a su única representante en el Parlamento vasco la estén tratando -los mismos dos partidos que han inaugurado el Memorial- como a una apestada? Ojalá que este centro mantenga vivo el recuerdo de aquella pesadilla. Esa debería ser su única tarea.