LIBERTAD DIGITAL 20/04/16
EDITORIAL
Una formación secesionista como ERC pretende que el Parlamento nacional, incapaz hasta la fecha de nombrar un nuevo Gobierno y, por ello, a las puertas de su disolución, apruebe una proposición de ley para conceder el derecho al voto a los menores de edad mayores de 16 años con el apoyo de otras formaciones que no llevaban tal propuesta en su programa electoral.
Así se podría resumir el esperpéntico numerito que se ha vivido este martes en el Congreso. La disparatada iniciativa de los separatistas catalanes ha salido adelante con el apoyo de PSOE, Podemos y el Grupo Mixto y con el rechazo de PP, Ciudadanos y el PNV.
Se trata en cualquier caso de un demencial brindis al sol, pues una iniciativa legislativa de esa naturaleza requeriría para llegar a término una reforma de la ley electoral y de la Constitución. Está visto, sin embargo, que no faltan quienes consideran que cualquier momento es bueno para llevar a cabo un ejercicio de demagogia tan grosero como el que ha protagonizado el Rufián de Esquerra, que ha afirmado que «no se puede negar» a los críos de 16 años el derecho al voto en un Estado que puede «exigirles responsabilidades penales, tributarias y judiciales» y arremetido contra una «derecha reaccionaria» a la que «le gustaría que los jóvenes conocieran más a Belén Esteban que a Durruti».
El Rufián de Esquerra oculta que las responsabilidades que el Estado puede pedir a un muchacho de 16 años no son las mismas que reclama a un mayor de edad. Por eso los ordenamientos jurídicos establecen esa distinción entre mayores y menores de edad y recogen la figura de la emancipación, por la que una persona menor de 18 años pero mayor de 16 puede alcanzar la plena capacidad de obrar. El demagogo separatista apela al ejemplo de los países en los que se ha reconocido el derecho al voto a los jóvenes de 16 años obviando que la inmensa mayoría no lo hace, y silencia que en algunos de los primeros ese derecho se ha limitado a los menores que trabajan, se han casado o pagan impuestos.
La insensata propuesta de la izquierda –incluida la separatista– aboga por una ampliación de los derechos que no lleva aparejada ninguna ampliación de los deberes y las responsabilidades. Esta iniciativa no abre el debate de si se debe conceder el derecho al voto a determinados jóvenes que, no habiendo alcanzado la mayoría de edad, sí asumen obligaciones y responsabilidades propias de cualquier adulto, sino si se le concede a todos los mayores de 16 años por el simple hecho de serlo.
No se plantea, por tanto, si se debe reducir la mayoría de edad a los 16 años, o si se ha de conceder el derecho de voto a los emancipados; de lo que se trata es de captar como electorado a una franja de la población inmersa en la cultura de los derechos sin obligaciones. He aquí el uso infame que hacen de los adolescentes unos políticos sin escrúpulos que les niegan responsabilidad y plena capacidad jurídica para gobernarse a sí mismos pero les conceden el derecho de elegir el Gobierno de todos. De vergüenza.