Sólo lleva dos meses de vicepresidente tercero y Pablo Iglesias ya ha fantaseado con un Pablo Casado en prisión, ha llamado «machista frustrado» al ministro de Justicia Juan Carlos Campo, ha ampliado su propio límite de mandatos en Podemos, finiquitado la limitación salarial de los altos cargos del partido y amenazado con meter en la cárcel a los periodistas que él llama «cloaca» y que son, casualmente, los más críticos con él.
Iglesias también se ha negado a investigar el caso de las menores prostituidas en Baleares y guardado un escrupuloso silencio respecto a los dos obreros vascos que llevan sepultados casi un mes bajo la basura tóxica del vertedero de Zaldibar. También ha digerido sin mayores problemas el nombramiento de Dolores Delgado como fiscal general del Estado y el despido de Fernando Garea como presidente de EFE. A cambio de su silencio, tendrá taburete en la comisión delegada del CNI.
Cómo debe de ser esa futura Ley del sólo sí es sí para que el PSOE de Pedro Sánchez, ¡nada más y nada menos que el PSOE de Pedro Sánchez!, haya filtrado a la SER que no hay por dónde pillar el engendro.
Faltas de ortografía, minúsculas en lugar de mayúsculas, palabras inventadas, artículos copiados y pegados de otras leyes, artículos flagrantemente inconstitucionales, «vocación invasiva», ignorancia de la jurisprudencia del Tribunal Supremo, deficiente incorporación del Convenio de Estambul, invasión de competencias e intromisiones en el terreno de otras leyes son sólo algunos de los disparates jurídicos que los expertos del Ministerio de Justicia han detectado en la ley de Montero.
«No me extrañaría que el proyecto de ley inicial de Irene Montero contenga emoticonos», dijo ayer el abogado José María de Pablo. Ojalá fuera ese todo el peligro de una ley cuyo objetivo final no es la protección de las mujeres sino su sometimiento a eso que la feminista Camille Paglia llama «una voz idiota, malhumorada, puritana, condescendiente e histérica». Es decir, la voz de lo que el PSOE y Podemos llaman «feminismo» y que no es más que adoctrinamiento, paranoia y burda competición femenina intrasexual.
Vuelvan por un segundo al primer párrafo de esta columna. A esa acusación de «machista frustrado» que Pablo Iglesias ha lanzado contra el ministro de Justicia Juan Carlos Campo. El delito de Campo ha sido, por supuesto, cuestionar la ley que con tanta ilusión ha manufacturado la pareja de Iglesias. ¿Qué son unas pocas faltas de ortografía y algunas palabras inventadas en una ley que, atención que vienen curvas, se inventa delitos inexistentes como el del sexting?
«Excusas técnicas», las ha llamado Iglesias, probablemente desconocedor de que todo Estado de derecho no es más que un inmenso, regulado, público y preestablecido entramado jurídico de «excusas técnicas». Me pregunto qué cree Iglesias que hay al otro lado de la frontera de un Estado de derecho. Que vaya a investigar por Norilsk, o Ust-Usá, o Kengir.
Debo de vivir en una realidad paralela, pero me resulta difícil imaginar nada más machista que esa imagen del macho alfa del partido, el espalda plateada de la manada, saliendo al rescate de su hembra supuestamente vejada por un macho de la manada rival ¡con el argumento del feminismo en ristre! Quién nos iba a decir que el primer gobierno de coalición de la democracia española se iba a parecer tanto a un documental de National Geographic.
Para analizar este Gobierno no hacen falta politólogos: hacen falta psicólogos evolutivos.