Alberto Ayala-El Correo
España no ensayará por primera vez un Gobierno de las izquierdas. Ni de coalición ni de cooperación. Como las derechas carecen de ese presunto ‘sentido de Estado’ que Rajoy reclamó en su día a Sánchez, que no encontró en el actual presidente en funciones pero sí en el PSOE, ayer arrancó la cuenta atrás para que el 10 de noviembre tengamos nuevas elecciones anticipadas.
PSOE y Unidas Podemos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, se han cargado las negociaciones para la formación de un Gobierno progresista. El color del Ejecutivo que los ciudadanos eligieron con su papeleta en la cita con las urnas de hace ya más de dos meses. Sánchez y el PSOE han demostrado de palabra, obra y omisión que, en realidad, no querían un entendimiento con los morados. Con 123 diputados de un total de 350, los socialistas han dicho a los podemitas que no se fían de ellos en asuntos de Estado y en especial en el problema catalán.
Que sí les han servido para recuperar o conservar poder municipal y autonómico, pero que no les valen para guiar los destinos de un país y presentarse con ellos ni en los despachos de los bancos o las grandes compañías, ni en los de Bruselas. Que una cosa fue vender a los ciudadanos un programa de izquierdas y otra bien distinta es ponerse ahora manos a la obra y, por ejemplo, derogar los aspectos más lesivos de la reforma laboral del PP. Algo que UP no hubiera tolerado cuatro años en silencio cómplice.
Al otro lado de la mesa ha estado el inefable Pablo Iglesias. El líder político que se ha cargado con sus actos a la mitad de los compañeros con los que emprendió esa aventura política llamada Podemos. Una aventura surgida al calor de la corrupción y la crisis y que en cuatro años ha llevado de vuelta a la desilusión a millones de ciudadanos.
Un Iglesias que tenía todo el derecho del mundo a exigir que los ministros morados los propusiera UP. ¿Quién ha designado siempre a los consejeros vascos del PSE? La dirección socialista vasca, no el Euzkadi buru batzar del PNV. ¿Que la actual líder del PSE, Idoia Mendia, no forma parte del Gobierno Urkullu? Tampoco Andoni Ortuzar. Pero en ambos casos la decisión ha sido de los respectivos partidos y no anula el derecho de Iglesias a postularse como ministro.
¿Que, aún así, el líder morado hubiera hecho mucho mejor en dar un paso a un lado en lugar de plantear esa consulta interna trucada a sus bases que ayer usó Sánchez para dar por roto el diálogo? Algunos creemos que sí, pero…
La opción de un Gobierno PSOE-Podemos salta por los aires. Por esta vez y es muy posible que para siempre jamás. El espectáculo que han ofrecido Sánchez e Iglesias. La altanería y la falta de palabra socialista. Y el inmovilismo tacticista podemita convierten en algo más que previsible que miles de votantes progresistas renuncien a acudir en noviembre a las urnas, con las consecuencias correspondientes.
Los sondeos dicen que los socialistas pueden mejorar posiciones y Podemos retroceder un poco más. No digamos ya si Íñigo Errejón tiene tiempo de extender Más Madrid a toda España y divide un poco más el voto progresista. Probablemente las izquierdas no sumarán. Ni las derechas. Bruselas, la CEOE o Felipe González siguen cruzando los dedos para que PSOE y Ciudadanos se entiendan. Ahora parece casi imposible. Tras el 10-N está por ver.