ABC 01/07/13
FÉLIX MADERO
Artur Mas fabrica líos y crea problemas que tienen una singularidad: no hay forma de solucionarlos
En vez de pensar cómo sacar adelante a Cataluña, Artur Mas, el presidente más ignorante y prescindible que ese pueblo pudo tener –y miren que mi opinión sobre Montilla ya era desastrosa–, elabora políticas, fabrica líos y crea problemas que tienen una singularidad: no hay forma de solucionarlos. Este cráneo privilegiado de la política obtusa, que ha servido la iniciativa y el poder en bandeja de plata a la izquierda republicana e independentista, no sabe qué hacer ahora con los dedos de sus manos. Los empresarios, que razonablemente no conocen más independencia que la que da la creación de riqueza y la suma de plusvalías, mueven frente a sus narices el dedo índice y le dicen que no, que así no molt honorable president de la Generalitat; los de su partido, la parte más templada y posibilista fronteriza con el mundo de la empresa, se lleva las manos a la cabeza y se pregunta en voz alta para qué se ganaron con holgura las penúltimas elecciones y para qué se mal ganaron las últimas. En los estadios, cuando la afición más ácida se enfada con los cancerberos del equipo visitante, cantan –y perdonen la ordinariez– sandeces así: que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, que esto no es un portero, que es una puta de cabaret. Pues eso, que lo vengan a ver, que esto no es un político, que es un portento instalado en la sandez. Vengan a ver lo que no quieren ver, cantaba en la transición un jovencísimo Luis Pastor. Y en eso estamos.
De aquellos tiempos de pacto, generosidad y transacción hay –y Cervantes lo diría así–, gente fiel y legal, moliente y corriente, magnífica y grande que piensa que en situaciones peores estuvimos y que ahora saldremos adelante. Mentira. Cuando un hombre como Artur Mas lleva a una parte del pueblo catalán a una situación en la que elegir una opción es imposible, no hay salida. No ha puesto encima de la mesa razones, hechos, argumentos. Ha colocado una bandera y a su lado sentimientos y emociones. Hace trampa, pero eso lo notarán los catalanes cuando el tiempo pase y en frío vean el desaguisado de un hombre que podría haberse dedicado a lo que estudió. O quizá no, porque Mas es economista, y si él con lo que le enseñaron no ve el desastre, mejor hubiera sido que se hubiera dedicado al fútbol regional y con el número uno a la espalda.
Para la libertad sangro, lucho y pervivo, decía Miguel Hernández en un tiempo en el que no la había. Por la libertad, Sancho, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, decía don Quijote. Díganme si estamos en eso. Cataluña, como el resto de España, es un pueblo libre. Y la libertad, que las leyes garantizan, es un patrimonio que a este pueblo le ha costado mucho conseguir. El daño está hecho y a Artur Mas le sale gratis. No hay salida para el disparate y el desconcierto. Quizá hay una: evaporarse. Pero eso no lo hacen aquellos que creen tener un encargo celestial.