Editorial en ABC, 23/6/2011
Es la hora de la responsabilidad y ya ha causado demasiado daño como para seguir mercadeando, entre otras cosas porque el interesado apoyo del PNV no le garantiza su objetivo de acabar la legislatura a toda costa. Haría bien, en un último arrebato de dignidad, en observar el paisaje y comprobar que su soledad es total.
RECHAZADO en las urnas por los ciudadanos y humillado en el Congreso de los Diputados. Esta es la creciente situación de desamparo del Gobierno de Rodríguez Zapatero, sometido a la presión y el chantaje de los nacionalistas. Antes pagaban apoyos, pero hoy compran abstenciones, lo que, en el colmo del sarcasmo, llevó ayer al PNV a jactarse de sacar tajada de una debilidad parlamentaria que pone de manifiesto la incapacidad de los socialistas para legislar con la coherencia y la libertad de movimientos que exige la crisis actual.No es posible ejercer el poder ni un día más en estas condiciones, porque no se puede entregar el Estado para mantener el Gobierno unos meses. El Ejecutivo agoniza, preso de sus propias contradicciones y sometido al chantaje de unos «socios» que ni siquiera se molestan ya en apoyar —a estas alturas se admite la abstención como moneda de cambio— iniciativas de la talla de la reforma de los convenios colectivos, sometidos a una suerte de virreinato autonómico donde los territorios priman sobre el Estado para configurar una ley caótica que rompe el principio de igualdad de mercado y establece diferencias perversas entre empresas, según se asienten en una u otra Comunidad. Se rompen principios inviolables con la misma facilidad con que funciona el trueque en un mercado persa y se abdica groseramente a las primeras de cambio.
Todo vale, hasta sobrepasar las líneas rojas, convirtiendo a los españoles en ciudadanos desiguales ante la ley. Todo por cumplir el calendario fijado por el PSOE y sus intereses electorales, marcados por la carrera de Alfredo Pérez Rubalcaba en una estrategia contraria a la necesidad nacional. Zapatero se justifica con el argumento de que se queda hasta el final para culminar las reformas, que son meros parches con los que trata de tranquilizar a los mercados. Gana tiempo para su huida hacia adelante y no repara en medios. Es la hora de la responsabilidad y ya ha causado demasiado daño como para seguir mercadeando, entre otras cosas porque el interesado apoyo del PNV no le garantiza su objetivo de acabar la legislatura a toda costa. Haría bien, en un último arrebato de dignidad, en observar el paisaje y comprobar que su soledad es total. Y si se empecina en seguir tapando fugas de agua en esta España al borde del naufragio, la historia demostrará hasta qué punto los españoles le pedirán cuentas el día que apague la luz y cierre la puerta de una etapa funesta.
Editorial en ABC, 23/6/2011