TEODORO LEÓN GROSS – EL MUNDO – 03/09/16
· La política española se ha convertido en un mercado de futuros. Sin capacidad de dar solución al presente, prolongando un bloqueo de 259 días y dos elecciones, operan con la ilusión de que hay una salida más allá en el calendario.
Tras el 20-D, la tentativa de investidura del 4-M sostuvo la ficción, después se confió en salir del marasmo con la repetición de elecciones el 26-J, y tras el discurso triunfalista de Rajoy ante sus fieles en Génova, se apostó por una investidura apoyada en la suma contundente de 170, pero ante el fiasco del 30-A ahora se apuesta al 25-S tras las elecciones gallegas y vascas, o más bien el 29-S tras la moción de confianza en Cataluña. Siempre hay una fecha posterior para mantener la ilusión de una salida.
El futuro tiene la ventaja de diferir los problemas para quienes no tienen la voluntad, la inteligencia o la responsabilidad de resolverlos. La clase política no parece muy consternada por estos 259 días de bloqueo porque se han instalado en un futurible continuo.
La nueva apuesta del 29-S opera con el efecto del fracaso del PSOE en Galicia y Euskadi, o la necesidad del salvoconducto de Madrid para sostener al PNV en Ajuria-Enea contra los antisistema, o la amenaza de la Declaración Unilateral de Independencia en Cataluña. Así, en su mercado de futuros, esos dirigentes incapaces ganan tiempo para amortizar el fracaso apostando según el valor prospectivo de candidatos y partidos.
Esos valores, por supuesto, no son estables. Rajoy se aferra a sus 137, y no ha peleado en el presente confiando en que el futuro le llevará al poder sobre la lógica de la lista más votada. Sin embargo el horizonte penal de la corrupción en el partido va a envenenarle el calendario, sobre todo con las miserias de Gürtel en escena. Incluso su socio declara no fiarse de él.
La responsabilidad política de la que ha huido ahora le persigue con la sombra de los sobres, la destrucción de pruebas, todos los tesoreros imputados, la caja B… Y desde ahora es un candidato rechazado por la Cámara. El PP es el valor fuerte aunque Rajoy cotiza a la baja; de modo que fían la solución a que el tiempo resuelva por agotamiento.
Para Pedro Sánchez el futuro es un refugio, porque en el presente todas sus opciones son perdedoras: dar el gobierno a Rajoy, explorar la solución Frankenstein o ir a las elecciones en Navidad. Procrastinar es la tabla del náufrago de Ferraz, que en diciembre logró el peor resultado de la historia, y en junio empeoró el peor resultado. Salvar el sorpasso le dio oxígeno, pero sólo para la estrategia agónica del no o la ficción de la alternativa. De hecho ya no pelea con el PP, sino con su partido.
El presente está bloqueado por un PP sin credibilidad, un PSOE desmoralizado en vísperas de guerras intestinas bajo la sombra amenazante de la pasokización, el descrédito vertiginoso del populismo radical de Podemos, demasiada vieja política para un tiempo nuevo meramente retórico. El futuro, en cambio, les proporciona la ilusión de otra cosa.
En definitiva, como ironizaba Ambrose Bierce en su Diccionario del diablo, el futuro es ese tiempo en el que todo va bien. En el futuro Rajoy es presidente de un gobierno estable, Sánchez lidera un PSOE unido, Podemos sigue creciendo en las encuestas… Por eso, desde hace 259 días, aplazan su incapacidad para dar una solución; 20-D, 4-M, 26-J, 30-A, y volverá a suceder tras el 25-S. Claro que, entretanto, el coste de evadirse del presente es muy alto para el país. Demasiado alto.
TEODORO LEÓN GROSS – EL MUNDO – 03/09/16