La presidenta del Congreso, Meritxell, mi Meritxell, irrumpió la noche del lunes graciosamente en nuestras casas para anunciar por la tele, que acataba, aunque de mala gana, el fallo del Tribunal Constitucional estimando las medidas cautelarísimas solicitadas por el PP en su recurso de amparo. Para ello se interrumpió la emisión de la película ‘Espías’, de Paul Feig. Mira por dónde, aquí sí se puede establecer un paralelismo como el que citaba el portavoz Sicilia con el 23-F. Aquella noche, la misma cadena de la misma TV interrumpió a la 1:12 del día 24 la emisión del documental ‘El loco mundo del deporte’, que iba seguido de una película de Norman McLeod, ‘El asombro de Brooklyn’, para que el Rey Juan Carlos I leyera su breve comunicado (un minuto y medio). No descarten la posibilidad de que esté programado aposta. Sánchez volvió a ciscarse en el protocolo como buen gañán, al caminar por delante del Rey en la inauguración del AVE a Murcia, cruzarse para ir a saludar a un secretario de Estado, volver a cruzarse, darle la espalda y entrar al tren antes que el monarca.
Veleidades republicanas y sobre todo, nacionalistas. Gestas paralelas. Creo que fue Inés Arrimadas la primera en establecer la estricta correspondencia entre las cositas de Meritxell Batet y la actuación de Carme Forcadell, su homóloga en el Parlamento de Cataluña hasta que fue condenada por un delito de desobediencia al impulsar la Ley de Transitoriedad Jurídica y la Ley de Referendum, haciendo oídos sordos a los cinco pronunciamientos del Tribunal Constitucional. Caramba, qué coinsidensia, dirían Les Luthiers.
Meritxell Batet tiene otro modelo para la desobediencia, pero no es catalán, sino vasco. Los más viejos del lugar (y los más memoriosos) han de recordar forzosamente a la condena que el Tribunal Supremo impuso al entonces presidente del Parlamento vasco, Juan Mª Atutxa por negarse a disolver al grupo parlamentario Sozialista Abertzaleak (una de las variantes bautismales de Batasuna) y haber encontrado la comprensión del TSJ del País Vasco que había absuelto a Atutxa con el voluntarioso argumento de que no es que quisiera desobedecer, sino que no encontró la manera de seguir las órdenes del Tribunal Supremo, que no supo disolver a los batasunos, vamos.
Hemos asistido al lance de pretender la revocación del presidente González-Trevijano y Antonio Narváez por la caducidad de sus mandatos, caso claro de manipulación del lenguaje. No hay magistrados con mandato ‘caducado’, sino prorrogado. Además de los dos miembros citados, hay otros dos que se encuentran en el mismo lío con las fechas: Xiol y Martínez Vares. Anda, ¿y por qué no se ha recusado a estos igual que a sus pares? Toma, porque entonces nos cargábamos el quorum. Invocaban los socios de coalición del PSOE la intervención de Europa para que metiese en cintura al Constitucional, esa cuadrilla de fachas con toga en opinión del sanchismo.
Bruselas ha respaldado al TC. La Comisión no es partidaria de las fantasías exprés en materia judicial y ha hecho saber al Gobierno que esto requería consultas previas, las que Sánchez no ha hecho. Y así estamos, camino de esta autocracia parlamentaria como describía con precisión Araceli Mangas, mientras Alberto Núñez Feijóo enumeraba exhaustivamente todos los pasos del desastre.