Ignacio Camacho-ABC
- El conflicto del PP ha derivado en sainete. El episodio de las cenas de Navidad es propio de un partido adolescente
El pleito interno del PP iba para psicodrama pero se está quedando en sainete. No es posible cuajar una tragedia con héroes tan débiles que acaban provocando rechifla cuando intentan ponerse solemnes. La trifulca a cuenta de las cenas de Navidad demuestra que esta gente no ha leído el libro de Rajoy y sigue instalada en la política adolescente de zancadillas de recreo, artimañas de bachilleres y conspiraciones de juguete. Los votantes están estupefactos, la izquierda se relame con el espectáculo y Vox crece sin hacer otra cosa que abrir el capazo para recoger a los desencantados. La caída en los sondeos no sólo disipa el sueño de Casado de gobernar en solitario sino que hipoteca la posibilidad de que el conjunto de la derecha alcance la mayoría de escaños. Los populares están jugando con algo más peligroso que la consistencia de su liderazgo, y es la desconfianza del electorado. Lo peor que les puede pasar es que sus sectores de apoyo piensen que se han equivocado de candidato.
El episodio de las cenas navideñas empuja el conflicto por la pendiente del ridículo. En principio parece razonable cancelar reuniones multitudinarias ante el peligro de que la cepa Ómicron encuentre en ellas campo abierto, pero resulta demasiado evidente la sensación de que se trata de un pretexto para evitar que Ayuso pasee entre aclamaciones de pueblo en pueblo. No ha habido ningún esfuerzo en buscar soluciones intermedias ni puntos de encuentro, y sobre todo llama la atención que la dirección nacional considere necesario ocuparse de esta clase de detalles cuando en plena pandemia dejó a la presidenta madrileña seguir adelante con una política de plena apertura de comercios y bares. La querella ha descendido a una escaramuza de asuntos triviales mientras las encuestas registran el desgaste con un retroceso leve pero constante. Asombra cómo el solipsismo y la endogamia impiden a los partidos percatarse de que sus cuitas intestinas no interesan a nadie y en cambio son capaces de precipitarlos a una catástrofe.
Como el PP no arregle pronto este lío absurdo se va a meter en un problema serio. Y ha de ser con un pacto porque unas primarias que dejen vencedores y vencidos causarían estragos funestos. Si pierde Casado a través de un dirigente interpuesto su autoridad saldrá tocada sin remedio, y si es Ayuso la derrotada el principal activo electoral de la marca quedará desautorizado en su propio terreno. Alguien tiene que entender cuanto antes que lo que está en riesgo no es la disciplina ni el mando de la organización sino la viabilidad del proyecto. Y que la solución no la va a traer el tiempo; al contrario, la está pudriendo. En vez de comidas de agrupaciones, bastaría con una muy reducida en un sitio discreto donde los comensales puedan hablar a cara de perro bajo el compromiso de no levantarse sin acuerdo. En esa mesa sólo hacen falta dos cubiertos.