Luis Ventoso-ABC
- Por momentos Sánchez se comporta más como un monarca que como un gobernante
Repasemos la vida cotidiana de un ciudadano de cualquier comunidad. ¿De qué se ocupan principalmente los periódicos locales? Pues de las cosas que dice y hace el gobierno autonómico, su gran referente. ¿A quién promociona la televisión autonómica de turno de manera incansable y casi hasta lo risible? Pues al mandatario del gobierno autonómico. ¿De quién dependen los colegios y universidades? Del gobierno autonómico. ¿Por qué en España los chavales estudian con más detalle a olvidados reyes menores del medievo antes que la trascendental aventura del imperio español? Pues porque quien marca las pautas educativas es el gobierno autonómico. ¿Quién se encarga de los medios materiales de la Justicia? El gobierno autonómico. ¿De quién dependen la policía y las prisiones
en País Vasco y Cataluña? Del gobierno autonómico ¿Quién se ocupa al completo de la sanidad en todas las comunidades? El gobierno autonómico. ¿Y quién ha asumido en la práctica el histórico reto sanitario de la pandemia? Pues evidentemente los gobiernos autonómicos, toda vez que Sánchez se dio de baja en julio y les empaquetó el fardo.
En España hemos organizado lo que de facto es un modelo federal, por lo que las regiones se ocupan casi al completo de todo lo medular del día a día. Se ha producido una cesión de poder desde el Ejecutivo central a las comunidades. Pero además ocurre otro tanto en sentido ascendente: el Gobierno central ha cedido competencias en favor de la UE. Las vacunas han supuesto un ejemplo de libro: por arriba, las ha comprado Europa; por abajo, las autonomías han organizado su aplicación. ¿Qué ha hecho Sánchez? Pues colocarles a las cajas unas pegatas de ‘Gobierno de España’ e intentar hacerse propaganda con un proceso donde en realidad no ha pintado casi nada.
El Gobierno conserva la Agencia Tributaria y los impuestos estatales, la Defensa, la caja común de la Seguridad Social (por ahora) y la política exterior. No es poco. Pero las atribuciones reales de Sánchez, o de quien le suceda, son muy inferiores a las que en su día ostentaron los presidentes Suárez, Calvo Sotelo o González. Al coincidir ese vaciamiento de competencias con el presidente más narcisista que hemos tenido se está dando un proceso muy curioso (o muy lamentable): por momentos es como si en España contásemos con dos jefes de Estado. Véase lo sucedido con la pandemia: Sánchez sobrevuela el problema, da consejos y alocuciones a la nación, ejerce tareas de representación, nunca falla para las buenas fotos… pero nunca está en la gestión a pie de obra. Con su marketiniana manera de gobernar, donde priman lo gestual, lo simbólico y la glorificación constante de su yo, tiende a invadir el ámbito del Jefe del Estado para disimular su merma de poder real (cedido a las comunidades). Este fenómeno ayuda a entender disparates tan osados como que en una ley, que constitucionalmente ha de ser «sancionada y promulgada» por el Rey, se haya atrevido a endilgarnos un mitin anti-PP. Por momentos pareciese que tuviésemos dos reyes: Mi Persona I y Felipe VI. Ocioso que añada cuál me parece el bueno.